La muda de un árbol acontece tan despacio, tan deprisa, como crece la sed fiera de una fuente que temiera secarse de pronto, al cabo de un siglo escaso.
Un día brota de su raíz espumosa una madonna santa con halo de sirena, dispuesta a envolvernos las vísceras de arrobo y fronda.
No hay consuelo entonces para ese oxidarse bien adentro, exudándolo por fuera, de nuestras formas ansiosas. En su seno ceñido quiere la semilla ser niño presurosa, abrazar la eterna espera de la forma que nos nace y explosiona.
* La bella imagen procede de Isabel María González, de la serie "La naturaleza insiste; nosotros, también", publicada en Facebook.