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Una mocita quiso querer
un día venturoso
a un mozo de bien.
La garza atrevida,
dichosa y alegre
de puro candor,
recibe el cortejo mocero
con gentil corazón.
¡Nada hay más bello
que verlos danzar
en compañía
y audaz vuelo
de su otredad!
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"