martes, 6 de agosto de 2013

Noventa y uno

Que no éramos inofensivos: 
uno de nuestros aprendizajes más ingratos.
Andrés Neuman
....
Luego tampoco éramos inocentes... 
Sin saberlo entonces, decimos ahora,
matábamos a pedrada limpia camadas y ratas;
mientras los días alternos 
preferíamos rebanar indulgentes
patas y pescuezos, 
exánimes ancas e irisadas colas, 
traslúcidas alas, exiguos pellejos.
Sin poder saberlo, insistimos,
nuestra frágil conciencia desleía
en agua de borrajas sentimientos de culpa 
porque ¡qué horror si no!
.
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Pero claro que sabíamos, 
cómo no íbamos a saber,
si lo primero que aprendimos, 
que se aprende por mucho tiempo en la infancia, 
fue nuestra insondable,
su desnaturalizada, 
capacidad para la farsa.

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* Esta foto es de Albert Montellà Pellicer, mi sobrino mayor.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"