viernes, 28 de abril de 2006

Una de bichos (Microrrelato)

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La otra noche tuve un sueño de lo más estrambótico. No recuerdo con detalle el contenido del mismo, ni siquiera si se trataba en verdad de una pesadilla, pero mientras mi familia dormía plácida, yo (no el del sueño, sino el real) me frotaba la oreja incómodo, y no era para menos pues del oído interno de mi ser durmiente surgía un asqueroso bicho que nada tenía que envidiar al hipogrifo o a la quimera. Bajo un cuerpo de caracol y un alma de insecto, venía a ser una especie de artrópodo agazapado en el interior de una cáscara brillante y viscosa.
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"No vas a leer más a Kafka -me dije espantado al despertar-. Ni tampoco a Cortázar. No te conviene. A partir de hoy mismo, sólo lecturas clásicas en donde no aparezcan bichos". Incluso llegué a dudar de la bondad de las fábulas de Monterroso. En realidad, estaba dispuesto a censurarme cualquier lectura que rezumase, no ya un asomo de sobresalto o de disgusto, sino de simple extrañeza. "Te pasa como al Quijote, pero en versión fagocitadora".
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En ningún momento mi yo soñador fue consciente de la imposibilidad del fenómeno. Ni siquiera se cuestionó que contuviera en su interior semejante asquerosidad... Tomando en sueños la lógica fantástica como real, según es costumbre que suceda, sólo al despertar caí en la cuenta de que se trataba de una experiencia aterradora. A saber lo que hubieran dicho de mí Freud o el propio Jung....
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"