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VERSIÓN 1En su casa colgaba el espejo calidoscópico por excelencia, ese capaz de reflejarla múltiple y cambiante como era, y que unas veces insitía en mostrarla completa bajo la sucesión insólita de pasados recuperados; irreal otras, apenas dibujada por la sombra incierta de su memoria borrosa.
VERSIÓN 2De la pared de su casa colgaba el espejo calidoscópico por excelencia, ese capaz de reflejarla múltiple y cambiante como era, completa unas veces en la insólita acumulación de pasados que la definían, irreal otras por un exceso de memoria desdibujada e incierta.
VERSIÓN 3
* Paul Delvaux, Le miroir, 1936.
En su casa
colgaba el espejo calidoscópico por excelencia, ese capaz de reflejarla
múltiple y cambiante como era: completa en ocasiones por la sucesión
vertiginosa de pasados indelebles que se acumulaban; irreal otras, apenas
perfilada por su memoria borrosa.
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