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Ella hacía tiempo que engordaba sin parar, a un ritmo siniestro. Él iba apagándose imperceptiblemente, como si no quisiera hacerse notar por tamaña nadería. La historia entre ambos concluyó un día cualquiera: disuelto el cuerpo de él bajo sucesivas capas de sábanas revueltas, empapadas en litros, en mares, en océanos y espumas de sudor.
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