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Afuera, la oscuridad se ceba sobre una nada cubierta de sombra, mientras, adentro, una anciana impedida escapa de la nada sombría por el blanco de la escritura. Cuando den las doce, habrá logrado escribir, con pluma de tinta, varios folios de vida, emborronando tan sólo algunos márgenes, sin apenas tachaduras. Alumbra su cuarto un globo de papel redondo y blancuzco de luna. Horas después, empieza a sentir cómo la noche se le escurre por entre los dedos, boca arriba, al lento ritmo con que el alba va rompiendo veladuras. De pronto, ya no tirita.
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Las
OOhojas
OOOescri
OOOOOtas
OOOOorespi
OOOOOora
OOOoban
todavía.
OO
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