sábado, 25 de agosto de 2012

Casa de muñecas

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Salió al jardín dando un portazo, mientras el cielo se desleía a sus espaldas en una lluvia gruesa, de goterones como chuzos, cada vez más pertinaz. Había decidido abandonar aquella casa, que ahora se daba cuenta se le antojó engañosa desde el principio, con toda esa belleza de tarjeta postal, hecha de proporciones arrebatadoras y decorados de asfixia. La tierra respiraba de nuevo aliviada cuando tropezó por sorpresa con el origen de su encierro: a pocos metros del edificio, una rosa insignificante empequeñecía el paisaje.

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"