lunes, 29 de junio de 2009

La barbacoa

..
..
Síndrome de la abeja reina:
Un rasgo distintivo de la
abeja reina es la crítica a cómo las mujeres trabajadoras crían a sus hijos, a los que auguran un futuro de inseguridad e inadaptación. (...) Las causas del síndrome hay que buscarlas en la decepción de muchas mujeres por unas conquistas sociales que sólo han logrado doblar su trabajo, ya que el hombre no ha compensado en el hogar la incorporación de ella al mercado laboral. Ante esa insatisfacción, la maternidad de toda la vida ha resurgido como alternativa vital.
El País semanal, 30/5/09.
..
Siempre me levanto la primera y preparo los desayunos. Tras despedir a Pedro, llevo a la nena al colegio y me tomo un café con Juani. Mi hermana Tere no puede, la pobre, pues tiene que salir pitando hacia la oficina. Luego, de nuevo en casa, pongo las máquinas a funcionar: friegaplatos, lavadoras y secadoras. A las 12:30 como muy tarde, preparo la comida para la nena y para mí; Pedro no suele venir por exceso de trabajo. Con la niña de nuevo en el colegio, me siento un rato a descansar. Después de hojear el periódico del día, o leer la novela que tenga entre manos, me quedo dormida. Ya por la tarde, si no toca planchar, pasar la aspiradora u otros menesteres, aprovecho para ir al súper a hacer dos o tres compras rápidas, e inmediatamente después, me marcho pitando al colegio a recoger a la nena. De vuelta a casa, María hace los deberes en la cocina mientras yo procuro ayudarla. Tres veces por semana, además, visito a mis padres y les hago un poco de compañía. No quieren de ningún modo ir a una residencia, así que me ocupo yo de sus compras principales. A mi marido lo veo por las noches, justo antes de cenar. Si no está muy cansado, vemos juntos una película. Para mí el mejor día de la semana son los sábados pues nos reunimos en casa de Tere. A la niña le gusta jugar con sus primos. Pedro y mi cuñado suelen preparar una barbacoa enorme en el jardín, mientras Tere, mi madre y yo trajinamos en la cocina. Luego, bebemos y charlamos mientras los críos se dedican a importunar al abuelo. No parece molesto por ello; como si le agradase en realidad. Desde hace algún tiempo, tengo la sospecha de que a mi hermana le ocurre algo; tal vez sean los consabidos problemas en la oficina. A mí me parece que sus hijos están creciendo muy deprisa; yo los encuentro, de hecho, un poco asilvestrados. Supongo que la mía crece lo mismo y no me doy ni cuenta. Esta noche Pedro me lleva a cenar. ¿Se habrá acordado de que mañana es nuestro aniversario?
..
.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"