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Te equivocas, no somos sillas, sino ardillas, zanjó la cuestión. Por entre mis patas, a menudo se escurren lagartijas anhelantes de soledad, o bien se refugian sabandijas no menos desconfiadas que tú o que yo misma en otro tiempo, cuando pertenecía a una especie distinta. Ven, corre, toma asiento si quieres; no temas. Quizás al principio mi rostro te parezca feroz, y mi trato te resulte antipático, de modales desmañados; no te rindas. Insiste, confía. Te daré calor, fidelidad. Ven, corre, no temas. Deprisa...