sábado, 17 de diciembre de 2011

La mujer que no era

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La mujer que no era ni una cosa ni la otra solía llevarme la contraria como si yo representara todo cuanto no quería que fuese. Inmersa en esas incertidumbres rocambolescas, la mujer que sin ser tampoco me dejaba ser, ni siquiera una pizca, se deshacía en elogios cada vez que me encontraba meditabundo, lo que aumentaba mi enfado y perplejidad, sumiéndome en un mar de dudas muy desagradable. Una tarde soleada en que me sentía yo más fuerte de lo normal, le dije a la mujer que no sería que me dejara en paz, pero tras cinco minutos de imposible discusión, caí en la cuenta de que sólo había estado peleándome con la señora que siempre había sido, cuando lo que yo precisaba era enfrentarme a la mujer de mis sueños, quien no estaba presente entonces y ya no digamos dispuesta a cambiar. De modo que aquí me tienen, convertido de forma irreversible en el hombre con ser pero sin mujer, aunque siga tan deprimido como siempre.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"