martes, 11 de marzo de 2008

Sujeto a la tierra

Aquel eremita vivía retirado del mundanal ruido, que diría Fray Luis de León; dispuesto a purgar las pasiones del mundo que lo mantenían sujeto a la tierra, con el fin de poder ascender a un estado superior de comunicación con Dios, fuera de toda carnalidad perentoria y ruin.

Una pequeña lacra obstaculizaba, sin embargo, la consecución de tan ansiado logro: el pobre ermitaño no aparentaba ser ni especialmente joven ni especialmente viejo, ni muy alto ni muy bajo, ni demasiado gordo ni demasiado flaco. En puridad, tanta medianía empezaba a resultar un verdadero fastidio.

De natural contentadizo, al tercer mes de purgación se dio por vencido. No le quedó más remedio. El mismo Dios en persona no vacilaría en desahuciarlo cuando le llegase su hora. Y todo, por falta de ambición.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"