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....Los cielos de Berlín son así de pálidos; de un blanco borroso, como de pared vieja en un edificio de varias plantas. Incontaminados. Bastardos. De una confusión esclarecedora. Claro que todo depende de la estación en la que te encuentres. Y, por descontado, del momento del día. En ocasiones, hasta es posible ver desfilar las horas cambiantes en nubes de seda o lana atropelladamente, deshilachándose sus hebras sin rumbo; mientras los árboles escalan esos mismos cielos engañosos tan aprisa que resulta forzoso cobijarse bajo su sombra desertora; languidecer de puro deleite.
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