Se desespera todo aquel que pierde la capacidad de esperar sentado o de mantenerse en espera sine die, prefiriendo bien impacientarse, bien exasperarse en la consecución de un fin, mientras causa despecho a los demás y a sí mismo a partes iguales.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"