domingo, 27 de octubre de 2013

Ciento trece

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Hay quien se siente muy a gusto enfundado en su disfraz de Matón de Patio de Colegio. A esta especie no suele importarle lo más mínimo que se le vean todas las costuras. Se les reconoce fácilmente porque prefieren el desplante y la chulería al diálogo. De igual modo, aman la sospecha y la inquina en la misma medida en que desprecian la buena fe, cualquier atisbo de inocencia. Acostumbran a dejar un rastro de azufre al hablar.
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A veces

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Hoy he soñado que mi casa amanecía convertida en un zoo que daba cobijo a una marabunta. A veces resultaba incómodo, y bastante molesto, convivir con tanto bicho maleducado, pues de pronto te asaltaban procedentes de los lugares más inhóspitos; en especial cuando veía pulular por las paredes peludas tarántulas de robustas patas y oscuras pretensiones; toda una osadía. Al despertar, como ocurre a menudo cuando nos embargan las pesadillas más abstrusas, me escocía el brazo por el desliz de una picadura. De camino al baño, un cocodrilo muy simpático me ha dado los buenos días tras haberse zampado una perdiz a modo de desayuno. Esta vez su atrevimiento me ha reconfortado. 
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"