el alma prende fuego cuando deja de amar".
Lhasa de Sela
.......
Felicia no tenía
pensado marcharse, pero al llegar la noche recogió sus cosas y puso rumbo a lo
incierto. Creía que en mitad de un paisaje lunar, inmersa entre arenas tostadas, sería
todo más fácil. Durante días viajó con esa ansia a
cuestas, ensombrecida por un desvelo de luna llena. Pasaron los
meses, y nadie alcanzaba a decir nada de su destierro, como si una
tormenta de arena se la hubiera tragado. Al fin, un viejo
explicó a quien quisiera escucharle que una noche de eclipse la había
visto inflamarse con sus propios ojos enfermos. Preguntado por el
destino de aquella mujer borrosa, el anciano aseguró que Felicia había ardido de
forma espontánea, y que poco después había echado a volar en dirección al
norte, tras abandonar el desierto. Nadie puso en duda sus luminosas palabras.