miércoles, 4 de junio de 2008

Cabezas de colores


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¿Dónde están nuestros cuerpos?, le preguntaron al unísono aquellos bustos parlantes con pelucas de colores sobre sus cabezas. Enseguida se percató de que esos seres tenían los ojos más tristes de la ciudad, los rostros más pálidos.
¿Dónde nuestros brazos, nuestras manos?
¿Nuestras orejas,
nuestros dientes,
nuestros párpados?
¿Dónde?, insistían una y otra vez.
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Absorto frente al escaparate, el niño lamía la calva de un chupa-chups de colores. Sus oídos habían percibido sin asomo de duda aquellos lamentos implorantes, pero sus ojos continuaron contemplando aquel espectáculo dantesco con la dureza indiferente del cristal, con el desprecio de lo muerto.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"