miércoles, 19 de junio de 2013

Desolación de la nada

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Salimos a almorzar. Pedimos. Nos sirven una pizza enorme, inextinguible, perpetua. Comemos con voracidad pese a que, por entonces, nos ha ido invadiendo la sensación creciente de haber sido engañados. Pagamos con disgusto aunque la pizza estuviera muy rica, malhumorados. De camino a casa, un viejo de pelo blanquísimo yace con sus dos perros bien avenidos junto a la boca del metro. Los devora un sol fiero mientras se acompañan. Tras tenderle la bolsa con los restos de pizza humeante, no puedo evitarlo: le doy las gracias.
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......
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"