Aun cuando el diccionario se afanara en concretar, con la mayor precisión posible, el término en cuestión, lo cierto es que no conseguía despejar sus dudas. “Que no tiene ni puede tener fin ni término”, revelaba la primera acepción. Tras prescindir de la segunda y de la séptima por ser demasiado inexactas (“Muy numeroso o enorme”, y “Excesivamente, muchísimo”, respectivamente), se detuvo unos instantes en la tercera propuesta: “Lugar impreciso en su lejanía y vaguedad”, aseguraba ésta; y a continuación aparecía el siguiente ejemplo: “La calle se perdía en el infinito”. Aunque al principio estuvo a punto de desecharla, enseguida se dio cuenta de que acaso se trataba de la acepción más certera de todas.
Ya más tranquila, siguió releyendo para sí, pero sus dudas surgieron de nuevo al toparse con las acepciones matemáticas: “Valor mayor que cualquier cantidad asignable.” Y más adelante: “Signo (∞) con que se expresa ese valor”. Así pues, por un lado se afirmaba que el infinito estaba más allá de cualquier cantidad asignable, y por otro que su valor podía expresarse mediante un signo. Tras reflexionar unos minutos más, se dio cuenta de que se hallaba igual de perdida que al inicio.
¿Era tangible, o no, el dichoso infinito?