Después de agrandarse a un ritmo de vértigo, la sombra se ha acicalado con un sombrero de ala ancha y mucho vuelo, de ruedo vistoso. El sol se hallaba, probablemente, en el punto medio del equinoccio. Mientras el viento, en confusión perpetua, arrebujaba tímidos perfiles de otoño, las zancadas han vacilado un instante, hasta detener su paso de asombro. Del envés de su silueta ha surgido, de improviso, un cuerpo de blanco frío. Tiene el tamaño de una figurilla de adorno.
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