Enfurruñada, se
ha encerrado en su habitación de un portazo. Afuera la lluvia cae con furia,
pero ella lo tiene decidido: no volverá a salir jamás de su cuarto; lo que
necesariamente implica dejar de hablar, de comer e incluso de dormir.
Una cortina de agua cae inconsolable por la ventana pero, al
cabo, se detiene también. Aunque solo se haya asomado un ratito de nada, le ha
parecido ver pasar la vida por delante. Le importa tres pepinos:
Tampoco piensa hablarle.
.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"