lunes, 1 de marzo de 2010

Desarbolado

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Con la llegada de los primeros síntomas, el arbolillo empezó a sentir una frescura que creyó general, o cuando menos pasajera. Sin embargo, enseguida se dio cuenta de su error. No lograba entender por qué motivo la Naturaleza había decidido despojarlo a él sólo, a despecho del monte entero, que a sus espaldas lucía un verde tapiz. Viéndose, pues, desnudo y solitario, decidió dejar de ser árbol para siempre. En adelante, renunciaría a las tímidas hojas que le brotaban de vez en cuando, bajo el propósito de que terminaran confundiéndolo con un poste de teléfono. Ha pactado con el jardinero una poda urgente que lo reduzca a sus tres ramas principales. Cuenta para ello con el respaldo ingrávido de algunos pájaros.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"