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Conduce queriendo
llegar cuanto antes al otro lado de la carretera o de sí mismo. Conduce
absorto, como si no le importara sacar el coche a pasear a esa hora de la
mañana en que las nubes adoptan figuraciones asombrosas y los cielos embelesan
de candor incendiario. Aunque no
se engaña, no consigue borrarlo, así que pisa a fondo persuadido de que hace bien, «olvidarlo
todo y olvidarse a un tiempo», de que le hace bien
fundirse con el cielo a golpe de pedal. Conduce con la locura del horizonte
como única certeza. A las siete de la mañana, cuando todo espejismo de vida
resulta un precario exceso.
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* La foto es de Jesús Miramón, de Las cinco estaciones.
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