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La marquesa empieza
a subir la escalera despacio, a pasitos cortos, como de pluma. Aún le faltan
seis escalones para alcanzar el rellano, ese que cuenta con un espejo de cuerpo
entero algo siniestro. En alguna ocasión, el ascenso del tramo completo le ha
llevado su buen cuarto de hora, pero siempre termina por recorrerlo, como si
tal hazaña, o la misma escalera, fuera para ella un premio.
Ya ha alcanzado
el descansillo, ya se acerca de improviso a su azogue, ya se sonríe. Por
primera vez, la marquesa da media vuelta y empieza a descender aprisa la
escalera, a paso ligero en realidad, con la agilidad exacta, y la imprecisión,
de sus quince años plenos.
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* La imagen es de Guillermo Méndez, y está tomada de su fotoblog FugaZes.
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