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Hay muertes
que no
terminan
nunca,
que se enquistan
a cada rato,
acostumbradas
como están
a consumirnos
de a poco
y a encostrarse,
crispándonos
sueños y letras
mientras una estela
lívida proyecta
ansias
de memoria
dignas de un porvenir
mucho más dulce.
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Hay muertes que no terminan nunca, que se enquistan a cada rato, acostumbradas como están a consumirnos de a poco y a encostrarse, crispándonos sueños y letras mientras una estela lívida proyecta ansias de memoria dignas de un porvenir mucho más dulce.
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