El sol esparcía fragancias vegetales mientras
las luces de aquel encierro embriagaban como sombras de paraíso. La
condensación de oxígeno ascendía por la escalera de caracol de aquel
invernadero de cristal, dentro del cual pugnaban por zafarse
numerosas ramas, con sus nudos, surcos y raíces. Y entonces me supe fuera del
tiempo, a salvo por un instante de tan robusto abrazo.