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Para Nano
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Para Nano
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El suceso tuvo lugar con la llegada de aquel pájaro extraño. Era un día turbio de luces y sombras cuando, rayano el mediodía, un ejemplar silvestre se posaba en el alféizar de la ventana, congregando en derredor la atención dispersa de transeúntes y ciclistas. De pronto, jóvenes y viejos de toda condición detenían su paso mecánico para escuchar, embelesados, un canto primigenio y subyugante. Incluso hubo señoras de distinto pelaje, también jovencitas, que interrumpían sus charlas y risas, repentinamente cautivadas ante una exhibición parecida, para retomar mucho más tarde sus vidas desde la asunción de una elegancia distinta, con visos plumados de ave zancuda. Si los gorjeos rutilantes de aquellas damas hubieran alcanzado a desvelar, en aquel instante de asombro, la razón última de la existencia, de seguro que no habrían cosechado la más mínima atención del público, para entonces agolpado por completo en torno al ave migratoria. Cuando los quiebros y trinos entonados llegaron a su fin, la ciudad entera yacía envuelta en especies silvestres y exóticas. Como si de nuevo habitaran el paraíso bendito.
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