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Para Nano
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Para Nano
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El suceso tuvo lugar con la llegada de aquel pájaro extraño. Era un día turbio de luces y sombras cuando, rayano el mediodía, un ejemplar silvestre se posaba en el alféizar de la ventana, congregando en derredor la atención dispersa de transeúntes y ciclistas. De pronto, jóvenes y viejos de toda condición detenían su paso mecánico para escuchar, embelesados, un canto primigenio y subyugante. Incluso hubo señoras de distinto pelaje, también jovencitas, que interrumpían sus charlas y risas, repentinamente cautivadas ante una exhibición parecida, para retomar mucho más tarde sus vidas desde la asunción de una elegancia distinta, con visos plumados de ave zancuda. Si los gorjeos rutilantes de aquellas damas hubieran alcanzado a desvelar, en aquel instante de asombro, la razón última de la existencia, de seguro que no habrían cosechado la más mínima atención del público, para entonces agolpado por completo en torno al ave migratoria. Cuando los quiebros y trinos entonados llegaron a su fin, la ciudad entera yacía envuelta en especies silvestres y exóticas. Como si de nuevo habitaran el paraíso bendito.
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A veces pienso que el paraíso es sólamente una manera de mirar. Un abrazo, querida amiga, y gracias por tus cariñosas palabras.
ResponderEliminarGracias, gracias, gracias. Por dedicarme un relato tan exacto en las palabras, que envuelve de belleza un asunto tan serio.
ResponderEliminarTal vez los que vivimos en las ciudades seamos "especies silvestres y exóticas" y aún no lo sepamos.
ResponderEliminarBesos gorjeantes.
Qué bueno.Ni que decir tiene que los pelajes de las féminas, también jóvenes,me sacaron la sonrisa. El relato,la idea de ese paraíso florido, me ha cautivado.
ResponderEliminarBesitos admirados.
Cuánto encierra este micro: el ave solitaria, la garrulería humana, la metamorfosis y, finalmente, la evocación del paraíso. De la mano de tu relato voy a la añoranza clásica de la Edad de Oro.
ResponderEliminar(No hace mucho también yo traía al blog la imagen de un pájaro oscuro, acaso cuervo, acaso grajo, posado en el cementerio de Montmartre).
Besos.
Pienso lo mismo que Isabel: el paraíso es el otro lado de la medalla.
ResponderEliminarBuenísimo texto. Vuelo con él.
Besos
L.
La naturalidad es un hecho insólito y coincido: los paraísos cotidianos están en la mirada del mirador.
ResponderEliminarTu texto ave de paraíso. La fotografía me encanta, los distintos mundos se reflejan y no se tocan, tampoco se rechazan, pero son antagónicos. Sabemos que uno aniquila al otro. En fin, miradas para escoger el paraíso.
Un abrazo bien mirado.
Sergio Astorga
me gusta pensar que la ciudad se convirtió en paraíso y nosotros en especies gorgojeantes, y aquel pájaro extraño y mágico se quedó para siempre ahí...
ResponderEliminarmuy sugerente (y muy bonita la foto...)
un abrazo!
Isabel, gracias a ti. Seguramente sea eso: un aprender a ver lo recóndito o velado. Un beso
ResponderEliminarNano, a ti por estar como estás. A sol y sombra. ;-P
Adanero, a mí me gusta pensarlo. Sobre todo, si tenemos en cuenta que en las ciudades suele haber de todo: hasta lobos disfrazados de no se sabe qué, y corderos simulando ser feroces lobos. Un abrazo
Izaskun, el paraíso tiene que ser por fuerza un estado, una percepción o mirada, como señala Isabel. Más vale creerlo así. ;-)
Un besote
Antonio, es que si no nos transformamos de pies a cabeza no vamos a poder alcanzar jamás el paraíso bendito, ¿no te parece? Como siempre, no te dejas ni una coma sin comentar. ;-) Beso
Lilian, pues ya somos tres. ;-P
Gracias y un abrazoso (o mejor un abrazotigre) para ti
Sergio, aunque no sepa aún si se trata sólo de un ave del paraíso o de un pájaro del apocalípsis, coincido contigo por entero. ;-)
Besos
María, sería un fin de fiesta estupendo, ¿verdad? Yo también lo creo. Abrazos
Al principio he recordado a Hitchcok...Luego lo he olvidado completamente, y me he dejado envolver por la magia del paraíso perdido, y por esa perfecta mímesis entre pájaros y personas ( que yo siempre veo en los perros y sus amos:)):ha sido genial.
ResponderEliminarBesos
Celebro que te haya gustado, Marisa. Un beso grande
ResponderEliminarQuerida Gemma:
ResponderEliminar¡Un texto maravilloso! Felicitaciones...
Juan Romagnoli