jueves, 28 de febrero de 2008

El desmemoriado, 4

De pequeño podía vérsele, cada mañana a la hora del desayuno, pintando con sus lápices Alpino hermosos paisajes de horizontes infinitos, para orgullo de su madre. Hacia los siete u ocho años de edad, se acostumbró a salir todos los veranos a primera hora de la tarde a cazar mariposas con sus amigos o a lanzar piedras en el estanque, con el secreto afán de creerse invencible por un día.

Allá por la adolescencia, cuando alcanzó por fin los catorce, se enamoró perdidamente de su profesora de literatura. A los dieciséis le ocurrió lo mismo con su profesora de matemáticas. A los diecisiete, le tocó el turno a María, una jovencita del lugar de ojos rasgados y hermosa cola de caballo. Su especialidad eran las risas.

Ya de mayor, tras convertirse en un respetable contable y eficiente tecnócrata que ocupa sus horas en recibir a sus compañeros de juegos y hasta, en alguna ocasión, a su antigua profesora de matemáticas, no puede dejar de preguntarse cuándo fue que la vida dejó de rasgar el viento con su cola de caballo; por qué motivo las mariposas fueron apedreadas de forma tan risueña; cómo llegó a perderse el infinito, la promesa de un atardecer de colores Alpino.

martes, 26 de febrero de 2008

Verdadera naturaleza

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Cuando era niña le gustaba morderse los labios hasta provocarse llagas; las uñas hasta el límite mismo de rompérselas; los dedos hasta hacerlos sangrar.

Ahora que es ya mayor le gusta pintarse los labios para redefinirlos; las uñas para aumentarlas; los dedos, de negro tiznado, para devolverlos a su verdadera naturaleza de bruja piruja.

jueves, 21 de febrero de 2008

Meme de las palabras raras

Maripuchi, en un despliegue de actividad insaciable (debe de ser, ahora mismo, quien más memes hace y deshace dentro de la blogosfera), me ha mandado uno de letras, curioso y divertido donde los haya. Según aclaración de Mari, «esta vez, hay que buscar en Google cinco palabras raras para ver cuántas veces aparecen en este blog. Para ello, se abre Google y se escribe “palabra site:www.misitio.com”».
Lo dicho.
Una servidora, que es muy obsesiva, ha sentido curiosidad por muchísimas palabras. Vean, vean: .
Resultados:
1. Mega: 120.
2. Micro: 12. (Lógico que se le cayera el 0)
3. Microrrelato: 131.
4. Acaso: ¡125!
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Lo anterior me ha llevado a buscar otros sinónimos y términos parecidos, a saber:
1. Quizá: 13.
2. Quizás: 4.
3. Tal vez: 24.
4. A lo mejor: ¡42!
5. Duda: 33.
6. Incertidumbre: 1.
7. En fin: ¡80!
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Aunque se trataba de proponer tan sólo cinco palabras raras, me he quedado enganchada buscando las voces más inverosímiles y caprichosas que mi mente, no menos caprichosa, tenía a bien recordar. Por supuesto, he sacado las conclusiones pertinentes.
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Y como despedida: cuatro (no, cinco) más:
1. Sueño: ¡8!
2. Memoria: ¡6!
3. Olvido: ¡5!
4. Amor: 133.
5. Muerte: 21.
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PS: Se lo paso a quien quiera recogerlo (al mundo mundial); en realidad, a todo aquel que esté dispuesto a llevarse una sorpresa (¡o un susto!)

sábado, 9 de febrero de 2008

El ángel de L'Orangerie

Para Juan Eduardo Zúñiga
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Las manos un poco vueltas hacia atrás, como escondiendo la corona de laurel que seguía sujetando; los pies absolutamente humanos, y desnudos, como la mirada. Así mismo la descubrió aquella primera vez en que andaba paseando, distraído, por los jardines versallescos del Palacio de Sanssouci, en las afueras de Potsdam, liberado -al fin- de sus preocupaciones de trabajo.
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Le bastó divisarla a lo lejos para saber que nada había cambiado. Aunque la estatua seguía tan bella como siempre, no pudo evitar sentir cierta desazón ante el abandono en que se hallaba. No entendía por qué los conservadores del parque la habían descuidado tanto. De proponérselo, podrían haberle limpiado de impurezas su fina piel de bronce, su rostro y mirada melancólica. Únicamente aquel pie delicado mantenía su juventud, como si no hubiera cejado un momento en el empeño por alcanzar el suelo.
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Ya cuando estaba a punto de marcharse, pudo apreciar que las demás esculturas que rodeaban el estanque, dos a cada lado, permanecían intactas, casi relucientes en comparación con el ángel. Y entonces lo supo. Sólo el tiempo, sus estragos, se había compadecido de ellos. No era casualidad, pues, que ambos compartieran un mismo corazón envejecido. De bronce puro, por más señas.

jueves, 7 de febrero de 2008

El desmemoriado, 3

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El pobre infeliz no recordaba ni una sola línea del discurso que debía pronunciar en el salón de actos de una reconocidísima universidad de prestigio. Falto de tiempo, optó por salir al escenario, sonreír amablemente a quienes presumía que eran las autoridades competentes, e improvisar un discurso magnífico que hilaría de principio a fin sin que le temblara la voz, en buena medida gracias a su dilata experiencia de escritor, y a sus innumerables recursos de viejo zorro.

Apreciadas señoras y señores; ilustres autoridades académicas, señaló convencido, estoy encantado de encontrarme aquí esta noche, sin duda feliz, frente a tan insigne público. Aunque no sea exagerado afirmar que poseo una memoria prodigiosa, no quisiera esta vez aburrirles con relatos fatigosos de recuerdos lejanos, por todos conocidos. Por el contrario, nada me satisfaría más que poder contar con el testimonio erudito y fundamentado de los profesores pertenecientes a esta ilustre casa, por lo que quisiera invitar, desde un principio, a los miembros académicos sentados en la primera fila a que suban al estrado y me brinden su inestimable compañía, sabia y grata por igual. Será para mí un placer conversar con ellos de forma distendida sobre cuantos asuntos crean convenientes. Espero que esta noche tan deliciosa como festiva les resulte de merecido provecho. O, cuando menos, ojalá esta charla improvisada sea, para ustedes, digna de recuerdo.

Estimado público, en breves minutos daremos comienzo al acto sin más preámbulos, una vez nos hayamos acomodado como es debido...
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sábado, 2 de febrero de 2008

Harmonia mundi

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Se asomó un segundo a la barandilla y no tardó en divisar un amasijo de peces de colores a punto de devorarse los unos a los otros; en absurda lucha por la existencia. No salía de su asombro. Se suponía que aquel estanque estaba allí, en aquel emplazamiento privilegiado a las afueras de la ciudad, para distracción y deleite de ancianos y niños, pero no. En lugar de divisar hermosos peces de colores nadando en armonía, le pareció atisbar, espantado, a sus mismos compañeros de oficina, disputándose la promesa de un ascenso seguro a quien se mostrase más audaz. La visión gelatinosa de esos cuerpos en frenético movimiento terminó por marearlo.

Ser un pez que boquea y se resbala. Estar siempre tropezando con los otros, con sus cuerpos burbujeantes y fríos, impermeables a cuanto no satisfaga sus deseos inmediatos, se dijo. El lunes, a primera hora de la mañana, presentaría su dimisión. De forma irrevocable, además.

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"