De pequeño podía vérsele, cada mañana a la hora del desayuno, pintando con sus lápices Alpino hermosos paisajes de horizontes infinitos, para orgullo de su madre. Hacia los siete u ocho años de edad, se acostumbró a salir todos los veranos a primera hora de la tarde a cazar mariposas con sus amigos o a lanzar piedras en el estanque, con el secreto afán de creerse invencible por un día.
Allá por la adolescencia, cuando alcanzó por fin los catorce, se enamoró perdidamente de su profesora de literatura. A los dieciséis le ocurrió lo mismo con su profesora de matemáticas. A los diecisiete, le tocó el turno a María, una jovencita del lugar de ojos rasgados y hermosa cola de caballo. Su especialidad eran las risas.
Ya de mayor, tras convertirse en un respetable contable y eficiente tecnócrata que ocupa sus horas en recibir a sus compañeros de juegos y hasta, en alguna ocasión, a su antigua profesora de matemáticas, no puede dejar de preguntarse cuándo fue que la vida dejó de rasgar el viento con su cola de caballo; por qué motivo las mariposas fueron apedreadas de forma tan risueña; cómo llegó a perderse el infinito, la promesa de un atardecer de colores Alpino.
Hermosa vuelta de tuerca a la serie de "desmemoriados". Nos diaparas aquí con bala de plata, de esas que no hay quien las esquive.
ResponderEliminarDe todos tus "desmemoriados", éste es quizá el que lo pasa peor. su desmemoria es la más angustiosa porque siempre será consciente de ella y porque no depende, en buena parte, de él. Siempre el dichoso tiempo ¿verdad Mega?
ResponderEliminarComo dice Nán no hay quien esquive esta entrada. Nos afecta mucho a todos.
Bueno, pues estoy encantada de que os guste, pues no las tenía todas conmigo. El final escrito a través de un "surrealismo poético" (un pequeño homenaje a FGL) pretendía expresar la manera confusa con que a veces actúa la conciencia, cuando intuye pero todavía no sabe con certeza.
ResponderEliminar¿Balas de plata, dices? Con disparar balas de bronce ya me conformo... ;-)
Sendos abrazos
No deberíamos permitir que ALGUIEN nos enseñe a no soñar. No deberíamos permitir que ALGUIEN nos enseñe a no volar. No deberíamos permitir que ALGUIEN nos dé clases de fosilización. No deberíamos permitir que ALGUIEN nos expropie y confisque la ilusión, la fascinación.
ResponderEliminarCuando ALGUIEN quiera quitarnos todo eso, deberíamos darle un manotazo o un puntapié. Ah, por cierto: ese ALGUIEN, generalmente, somos nosotros mismos.
Golpeémonos, en tal caso (manotazo o puntapié) sin ninguna piedad.
O con ambos (manotazo y puntapié), si es necesario...
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