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...El paisaje giraba y rugía como un remolino. Yo soñaba despierta, mientras contemplaba por la ventanilla el dibujo que trazaba a brochazos la velocidad. El conductor avanzaba impasible, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Un rato antes, el crucifijo del retrovisor había empezado a bailar algo parecido a una danza macabra. Cuando el autobús volcó, el disparador de la cámara alcanzó a captar la imagen de una Venus fugitiva. No hubo supervivientes.
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