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En realidad, hijo mío, los árboles pierden sus hojas como un ejercicio de modestia. Para recordarnos a nosotros, especie pretenciosa donde las haya, que ni siquiera somos capaces de mantener un día entero su misma desnudez.
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Variación 2
En realidad, hijo mío, los árboles pierden sus hojas debido a su extrema sabiduría, recordándonos, ufanos, que para andar por el mundo les basta su desnudez.
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