martes, 13 de noviembre de 2012

Cuarenta y tres

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La meditación sobre el infinito nos aterra por su naturaleza premeditadamente irresoluble. 
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La premeditación del infinito nos aterra.
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Del infinito nos aterra el vértigo.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"