Se detiene después de cada punto, ya no digamos tras cada coma. Se detiene y piensa. O deja de escribir por aquello de alentar en el lector las expectativas debidas. Es un amor de escritor fraguando tramas, abriendo puertas ciegas, alentando a sus personajes a la acción. En su afán de excelencia, se ha convertido en escritor moroso con deseo y vocación.