...
...
Cuando el payaso se decidió por fin e hizo acopio de todas sus fuerzas para dedicarle una tímida sonrisa a Gilda, la bella amazona, ésta se la devolvió por cortesía, como era natural que ocurriera, pero sin dejar de tener puestos sus pensamientos en el trapecista; fascinada como estaba ante aquel doble salto mortal que su amado solía ejecutar cada tarde, hubiera o no función.
.
El acróbata, por su parte, sólo tenía ojos para los saltos y cabriolas de "La niña del trapecio", según él, "ligera como un ángel", aunque es preciso decir que, por aquel entonces, ignoraba la costumbre de la joven de visitar tras los ensayos, y por espacio de media hora, al domador de leones, un austríaco de largos bigotes enroscados, seducido hasta la médula por el bueno de Pierrot, quien andaba, a la sazón, enamorado perdido de la Luna.
.
De este modo, mientras los habitantes del Circo "La Gran Ilusión" muestran cada noche bajo la carpa sus diferentes habilidades y ejercicios, harto complicados; la rueda de la fortuna que es la pista permite a estos saltimbanquis alimentar sus propios anhelos en los ojos esperanzadores de los niños, quienes, desde tiempos inmemoriales, abarrotan las gradas a cambio de unas risotadas.
ohhh!! qué bonito paseo por el circo!!
ResponderEliminarBienvenida, Rebeca (al circo "La Gran Ilusión" en primer lugar), y, desde luego, a mi blog.
ResponderEliminar(Soy una admiradora más de tus cuadros...)