Llevaba más o menos hora y media dando vueltas en la cama, cuando decidió encender la luz de la mesilla y leer el libro aquel que tanto interés le había despertado. A lo mejor, con un poco de suerte, conseguía relajarse y conciliar el sueño antes del amanecer. “En el libro de la noche nuestras páginas están en blanco”, rezaba aquella frase misteriosa, y no por ello menos incisiva. La cita era, cómo no, de Chuang Tzu, antiguo maestro chino de pensamiento paradójico y certero, cuyas verdades habían ido infiltrándose en su vida con una frecuencia pasmosa.
.Lo más inquietante no era tanto que esa cita mínima se revelara extremadamente polisémica, cuanto que los distintos significados coincidieran en uno solo. De hecho, bastaba tomar la noche como muerte, para descubrir que en ese lapso de tiempo nada desdeñable, vivíamos un amago de sueño eterno perfectamente delimitado, una especie de doble vida nocturna plagada de ecos lejanos, procedentes casi todos de la actividad febril e intermitente que hubiéramos desarrollado en las horas de sol. Lo mismo cabía decir si se interpretaba la cita atendiendo a nuestra capacidad de fabulación. Incluso tomándola en sentido literal, sin dobles sentidos ocultos, llevaba razón el dichoso filósofo.
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"Tal vez sostenga yo ahora mismo, sin saberlo, el verdadero libro de la noche", se dijo lleno de angustia. "Y mi insomnio no sea tal, sino una muerte repentina; absurda, sí, pero no por ello menos cierta. O, acaso, me despierte con la llegada del alba y siga viviendo una existencia de sombra creyéndome equivocadamente que estoy vivo; o sólo sea un maldito ente de ficción... O, porque no, viva el mundo entero todas esas quimeras disparatadas de forma simultánea, en la ignorancia más absoluta".
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Tras delirar por espacio de tres días, que él tomó por una sola noche, el insomne falleció sin remedio, exhausto ante la sospecha cierta de que cargaba, él solo, con todo el peso del mundo. Desde entonces, no ha vuelto a aparecer ningún otro desvelado tan loco y lúcido como aquel, igual de temeroso, consciente de la insidiosa lectura que ensombrece desde antiguo la vida humana.
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Tras delirar por espacio de tres días, que él tomó por una sola noche, el insomne falleció sin remedio, exhausto ante la sospecha cierta de que cargaba, él solo, con todo el peso del mundo. Desde entonces, no ha vuelto a aparecer ningún otro desvelado tan loco y lúcido como aquel, igual de temeroso, consciente de la insidiosa lectura que ensombrece desde antiguo la vida humana.
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Parece que los símbolos más certeros siempre resultan dobles. Son como puntos convergentes. Lo incierto es el reflejo que nos devuelven de nosotros mismos.
ResponderEliminarLe sommeil est une "petite mort"...
ResponderEliminarigual es lo que temen los insomnes...
Una abraçada molt forta, Mega.
Queridos, he corregido un poco el final del último párrafo, su redacción.
ResponderEliminarQue malo es pasar una noche en blanco, cuando por alguna razón no se es capaz de conciliar el sueño.
ResponderEliminarEl tiempo no pasa o pasa tan lentamente que parece una eternidad.
Y dormir y no despertar debe ser la muerte más dulce, sin sentirlo, sin saberlo, sin angustiarse.
¡Digo yo! porque como no me he muerto nunca solo puede hacer su posiciones.
Salud, República y Socialismo
Dieguku, resultan dobles, sí. Y, por lo general, opuestos. Y, al mismo tiempo, complementarios, o como dices tú, convergentes.
ResponderEliminarUn saludo
Selma, probablemente teman las horas vacías como un lienzo en blanco. Saber que son horas robadas al descanso resulta doblemente agotador.
Una abraçada
Antonio, jaja, dormirse y morir acunado entre sueños (dulces) suena realmente bien.
Un abrazo