(I)
Cuando despertó, la vida era sueño.
(II)
Soñó que soñaba una vida de ensueño, de tan maravillosa y dulce como se le representaba. Tras despertar de ese primer viaje profundo y misterioso que le había dejado tan entusiasmado, le deprimió descubrir que la cruda realidad se agazapaba a la vuelta de la esquina, dispuesta a abalanzarse sobre él y arrabatarle todas sus ilusiones. Al despertar por completo de sus sucesivos sueños, descubrió con horror que...
(III)
Su mayor pesadilla fue no despertar nunca más.
El problema no son las pesadillas soñadas, sino las que tenemos despiertos.
ResponderEliminarPor eso a veces deseamos que lo que nos pasa sea un sueño, una pesadilla. "Ahora me despertaré y se acabará esto". Pero no.
En sueños la mente nos juega malas pasadas imaginarias. La realidad nos las juega reales.
Los sueños, sueños son, cierto. Aunque para mí los sueños serían más bien trasuntos de nuestra realidad cotidiana, de todo aquello que somos y deseamos, por tanto.
ResponderEliminar(Como si nuestro cerebro nos preparase durante la noche para que pudiéramos hacer frente a los desabrimientos del largo día...)
En fin, Calderón de la Barca tenía más razón que un santo: la vida es sueño. ;-)
He vuelto a sentir la misma sensación que con tus micropost del escritor. Me inquietan, me agobio, me meto en un bucle (como con Leg) y no sé salir (a lo mejor tampoco quiero salir). Leer el post es, en sí mismo, un sueño: intentas alcanzar algo y no lo logras porque las palabras te obligan a girar inmediatamente en otra dirección.
ResponderEliminarYo nunca sabré hacer algo así, por eso me gustan vuestras entradas, aunque siempre me llaméis exagerada. Un abrazo,