Después de agrandarse a un ritmo de vértigo, la sombra se ha acicalado con un sombrero de ala ancha y mucho vuelo, de ruedo vistoso. El sol se hallaba, probablemente, en el punto medio del equinoccio. Mientras el viento, en confusión perpetua, arrebujaba tímidos perfiles de otoño, las zancadas han vacilado un instante, hasta detener su paso de asombro. Del envés de su silueta ha surgido, de improviso, un cuerpo de blanco frío. Tiene el tamaño de una figurilla de adorno.
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Un cuerpo de blanco frío. Si es que eres buena para rabiar. Mañana salgo para Ecuador. Trabajo y placer, con mis dos niños.
ResponderEliminarUn besazo
Que lo disfrutes. A la vuelta, nos cuentas, ¿sí?
ResponderEliminarAbrazos
La vida privada de la sombra, siempre a nuestras espaldas, aunque la llevemos por delante, siempre humillando con su tamaño desproporcionado. En tu relato es la sombra quien señorea, como si el individuo que la acompaña fuera el llavero del coche. Ya sabes cómo admiro esa concisión, tan efectiva.
ResponderEliminarEsa gran sombra que se acicala parece el alma dispuesta a irse de ligue. Qué bonita esa sombra de mujer con sombrero de ala ancha... y qué pequeño nos haces ver el frágil cuerpo que la produce.
ResponderEliminarEs un gusto leerte, Gemma, cada día eres más eficaz.
Un beso.
La tercera vez que vengo a leerlo. ¡Qué equilibrio, Gemma!
ResponderEliminarTodo sucede fuera de la persona. Es como si la naturaleza misma escribiera el texto.
Todos, creo, hemos fantaseado con la independencia de la sombra con respecto al cuerpo. Aquello que nace de la interposición del cuerpo y la luz, pero no tiene relación alguna con el objeto interpuesto. Pero por primera vez, lo veo descrito así, con una facilidad pasmosa.
Un texto maravilloso, Gemma... Me gusta mucho tu búsqueda poética en el microrrelato. Un beso. Juan.
ResponderEliminarLa sombra a veces nos engaña y juega con nosotros tanto para halagarnos como para criticarnos;
ResponderEliminarme quedo con tu sombra tan poética.Felicidades.Abrazo.
Pedro, es que las sombras se enseñorean demasiado... Y claro, así no resulta nada extraño que la realidad nos ponga rápido en nuestro sitio... ;-P
ResponderEliminarUn abrazo
Olga, en el fondo esa sombra que se agranda con el avance del sol hasta extinguirse como una metáfora del tiempo, alude al mito de la caverna de Platón, a Calderón y a nuestra insignificancia diaria. Un beso
Nano, todo sucede fuera de la persona, cierto. Ya se sabe que por encima de todo nos define la apariencia, el disfraz y el gesto. (Y aun así, a mí me encantan los reflejos de tus comentarios.) ;-P
Un besón
Juan estimado, ¡me descubriste!
Me alegra mucho tenerte por aquí. Un abrazo
Bambu, la sombra no es menos engañosa que nuestras proyecciones habituales. Muy certero tu comentario. Besos
Haces fácil lo difícil, literaramente hablando. Sutil como una sombra. Un saludo, Mega
ResponderEliminarSi no me equivoco, no es la primera vez que la silueta aplastada de una sombra protagoniza uno de tus relatos.
ResponderEliminarMe ha encantado el giro que propones, cómo es la figura la que emerge de la sombra y no al contrario, como acostumbra.
Un saludo nada sombrío, Mega.
Herman, las sombras suelen tener un comportamiento propio, no siempre reconocible. La mía, por ejemplo, resulta rematadamente volátil y caprichosa... En ocasiones, cuesta reconocerse en ellas. Quería plasmar esa curiosa extrañeza... Un abrazo
ResponderEliminarViajero, también el hábito de la sombra (uno más) puede llegar a moldearnos a su antojo. Advertirlo nos pone un poco sobre aviso.
Otro abrazo