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Salimos a almorzar. Pedimos. Nos sirven una pizza enorme, inextinguible, perpetua. Comemos con voracidad pese a que, por entonces, nos ha ido invadiendo la sensación creciente de haber sido engañados. Pagamos con disgusto aunque la pizza estuviera muy rica, malhumorados. De camino a casa, un viejo de pelo blanquísimo yace con sus dos perros bien avenidos junto a la boca del metro. Los devora un sol fiero mientras se acompañan. Tras tenderle la bolsa con los restos de pizza humeante, no puedo evitarlo: le doy las gracias.
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......
Un micro de superlativos donde la desolación se esconde, paradójicamente, en lo mínimo.
ResponderEliminarTriste contraste. Hermoso efecto.
¿Bolsa humeante?
Besos
¡Cuánta desazón, Gemma!
ResponderEliminarEste es un micro que cae sobre el lector como una loza, y lo aplasta.
Excelente.
Un abrazo,
Susana, dudaba a la hora de quitar "con la pizza", pero veo que es mejor dejarlo. Gracias por el apunte.
ResponderEliminarPedro, eso traté de expresar. Gracias a ti también.
Y besos a los dos
Comprender, de golpe, la triste realidad de la desproporción y sentirnos por ello agradecidos y culpables a la vez.
ResponderEliminarBesos, Gemma
Hola Gemma:
ResponderEliminarEsta vez llego a tiempo (¿mañana Tal vez..? -jejejej).
del texto me gustan el ritmo, la frase corta, casi sincopada le da un toque urbano, casi jazzístico, casi tangueable.
la pizza como el mundo: inabastable; la pizza como lo que se come, pero no se come
la pizza como engaño: "la pizza está rica" pero es tan grande que no se puede comer toda, el engaño por exceso, no por defecto.
la pizza se humaniza cuando pasa a ser parte de aquél que sólo tiene los perros y el sol -¡cómo Diógenes de Sinope!- y el personaje -que además es el narrador- le da las gracias, pienso que es precisamente en esa relación que se establece entre la abyección de uno y las gracias del otro cuando la pizza se humaniza.
la pizza siempre es interesante más allá del orégano, el grosor de la masa, la calidad de la muzzarella y el punto del tomate de la salsa, a veces sólo a veces, la cantidad de anchoas o de jamón -¿arriba o abajo de la muzzarella? una discusión rioplatense tan profunda como la duda hamletiana-
y vale, si el micro evidentemente me gustó por algunas cosas más que no vienen a cuento o a micro, que uno ya no sabe.
salut,
hugo
A pesar de no saber nada de sus cuchillos, las heridas dan cobijo al dolor. Algunos nacen para infligirlas, otros para padecerlas y en ese injusto y voraz determinismo andamos todos enzarzados.
ResponderEliminarEstas últimas semanas, mi autocar se lleva la mejor parte de mis trasnochadas energías, pero no por ello dejo de acercarme.
Un pe tó gran, Gemma