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Te equivocas, no somos sillas, sino ardillas, zanjó la cuestión. Por entre mis patas, a menudo se escurren lagartijas anhelantes de soledad, o bien se refugian sabandijas no menos desconfiadas que tú o que yo misma en otro tiempo, cuando pertenecía a una especie distinta. Ven, corre, toma asiento si quieres; no temas. Quizás al principio mi rostro te parezca feroz, y mi trato te resulte antipático, de modales desmañados; no te rindas. Insiste, confía. Te daré calor, fidelidad. Ven, corre, no temas. Deprisa...
Aquí sí que tiene cabida el mundo entero.
ResponderEliminarSin palabras me he quedado.
ResponderEliminarY viendo la etiqueta "jardín botánico" creo que nunca mejor que ahora se podría decir eso de "los árboles no te dejan ver el bosque y las legañas las florituras literarias de Gemma."
ResponderEliminarO algo así.
Besos en blanco.
Jajaja, ¡menudo despiste! Acabo de darme cuenta ahora mismo de la no-entrada. ;-)
ResponderEliminarAbrazos
Gemma, árbol adentro se puede llamar tu entrada, parafraseando a Octavio Paz.
ResponderEliminarAbrazo sin hojarasca.
Sergio Astorga
Querido Sergio, me gustó tanto tu propuesta, que he decidido hacerte caso. ;-)
ResponderEliminarUn abrazo arbolado
Ahora sólo falta el texto. ;-P
ResponderEliminarTu imagen es muy parecida a una que yo obtuve este verano en París, cambiando las sillas por ruedas de bicicletas. Pero yo me limité a tomar una foto y tú has buscado esa correlación afortunada, que acaba cobrando vida propia y dinamiza un instante. Un ejemplo de insistencia y de confianza.
ResponderEliminarVaya, ya se abrió el árbol y no sé porqué sigo yo desconfiando de esas ardillitas que fueron otras.
ResponderEliminarUn beso, Gemmita artista.
Ven sin temor na na na na... Bonita canción.
ResponderEliminarY digo yo que tal vez eso de poner el texto de la no entrada después de haber hecho los comentarios lo mismo es un poquito de trampa. Sólo un poquito.
Besos.
En el pirineo que visto ardillas posadas en las ramas de los arboles.Tu imaginación ha desarrollado el instinto de cariño qeu pueden ofrecer a quienes pueden dar cobijo en su regazo.Mimos y cuidados en momentos difíciles.Está bien eso del cariño.
ResponderEliminarPedro, esta pieza repentina pretendía no sólo solventar el lapsus que tuve, sino aprovechar el descuido como buenamente pudiera. Sergio me puso sobre la pista con su comentario. ;-)
ResponderEliminarUn beso
Izaskun, haces bien, o eso creo. Esas ardillas que dicen no ser sillas no parece que sepan muy bien cómo se encuentran... ;-P
Otro beso
Adanero, bueno, vale, un poco tramposilla sí que soy. Y no digo más, que me lío. Besos
Jesús, me encanta ver cómo a unos el texto os resulta inquietante mientras que a otros os parece de contenido cálido e incluso hogareño... Un abrazo, y gracias por tu comentario.
Me pregunto si me fiaría. Creo que no. La osquedad debe ser vencida de fuera-adentro, no ofrecida desde dentro. El feroz de aspecto, necesita de un amor fuerte cuyo calor acabe sintiéndose en el exterior. Pero el requisito indispensable es la paciencia... ¡El encantamiento de las palabras! Es lo que hizo Otelo, ¿no?
ResponderEliminarNano, ciertamente, a través de esa ardilla-silla oímos la voz de la Naturaleza, poderosa y seductora como es, intransigente; acostumbrada, además, a ganar siempre, sin que nadie se le resista... Ni le chiste.
ResponderEliminarUn beso
Pues yo me fiaría, me conozco, lo hago a menudo. A veces sale mal, pero, ay, cuando sale bien...
ResponderEliminarY que da gusto encontrar otra ardilla tosca y creer que es posible resguardarse de la lluvia, y pensar que a veces somos los que ofrecemos y a veces la desconfiada sabandija que necesita calor.
Laralá.
He terminado Andábata, Gemma, estoy de buen humor:-) Lo mismo tengo más tiempo libre...
De momento, me repaso tu blog.
Besos, sister.
Leyendo tus argumentos, Olga, hasta me has convencido a mí, ¡qué poderío tienes, hija-sister! ;-P
ResponderEliminarY cuánto me alegra la noticia de que tengas a punto tu estupenda Andábata. Tendrás que darnos cuenta de sus primeros pasos en cuanto salga, ¿eh?
Besos y abrazos
Estuve ciega y recuperé la visión. ES cierto, son ardillas, no sillas, ¿en qué estaba pensando?.
ResponderEliminarBesos
Jaja, Anabel. Todo ese desorden de sillas y de hojas tiene que ser por fuerza resultado de su espíritu inquieto y juguetón. ;-P
ResponderEliminarUn beso
Realmente estas sillas ardillas parecen gritar una bienvenida a quien confie en ellas;tan solas,ahí, enmedio,alguién dudaría si sentarse pero es conmovedor como insisten en ganar la confianza
ResponderEliminardel que las contempla.Abrazo.
A mí su canto de sirena me resulta envolvente, incluso a pesar de su punto de inquietud. Más besos gordos, Bambuíta
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