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Siempre me levanto la primera y preparo los desayunos. Tras despedir a Pedro, llevo a la nena al colegio y me tomo un café con Juani. Mi hermana Tere no puede, la pobre, pues tiene que salir pitando hacia la oficina. Luego, de nuevo en casa, pongo las máquinas a funcionar: friegaplatos, lavadoras y secadoras. A las 12:30 como muy tarde, preparo la comida para la nena y para mí; Pedro no suele venir por exceso de trabajo. Con la niña de nuevo en el colegio, me siento un rato a descansar. Después de hojear el periódico del día, o leer la novela que tenga entre manos, me quedo dormida. Ya por la tarde, si no toca planchar, pasar la aspiradora u otros menesteres, aprovecho para ir al súper a hacer dos o tres compras rápidas, e inmediatamente después, me marcho pitando al colegio a recoger a la nena. De vuelta a casa, María hace los deberes en la cocina mientras yo procuro ayudarla. Tres veces por semana, además, visito a mis padres y les hago un poco de compañía. No quieren de ningún modo ir a una residencia, así que me ocupo yo de sus compras principales. A mi marido lo veo por las noches, justo antes de cenar. Si no está muy cansado, vemos juntos una película. Para mí el mejor día de la semana son los sábados pues nos reunimos en casa de Tere. A la niña le gusta jugar con sus primos. Pedro y mi cuñado suelen preparar una barbacoa enorme en el jardín, mientras Tere, mi madre y yo trajinamos en la cocina. Luego, bebemos y charlamos mientras los críos se dedican a importunar al abuelo. No parece molesto por ello; como si le agradase en realidad. Desde hace algún tiempo, tengo la sospecha de que a mi hermana le ocurre algo; tal vez sean los consabidos problemas en la oficina. A mí me parece que sus hijos están creciendo muy deprisa; yo los encuentro, de hecho, un poco asilvestrados. Supongo que la mía crece lo mismo y no me doy ni cuenta. Esta noche Pedro me lleva a cenar. ¿Se habrá acordado de que mañana es nuestro aniversario?
Síndrome de la abeja reina:
Un rasgo distintivo de la abeja reina es la crítica a cómo las mujeres trabajadoras crían a sus hijos, a los que auguran un futuro de inseguridad e inadaptación. (...) Las causas del síndrome hay que buscarlas en la decepción de muchas mujeres por unas conquistas sociales que sólo han logrado doblar su trabajo, ya que el hombre no ha compensado en el hogar la incorporación de ella al mercado laboral. Ante esa insatisfacción, la maternidad de toda la vida ha resurgido como alternativa vital.
Un rasgo distintivo de la abeja reina es la crítica a cómo las mujeres trabajadoras crían a sus hijos, a los que auguran un futuro de inseguridad e inadaptación. (...) Las causas del síndrome hay que buscarlas en la decepción de muchas mujeres por unas conquistas sociales que sólo han logrado doblar su trabajo, ya que el hombre no ha compensado en el hogar la incorporación de ella al mercado laboral. Ante esa insatisfacción, la maternidad de toda la vida ha resurgido como alternativa vital.
El País semanal, 30/5/09.
..Siempre me levanto la primera y preparo los desayunos. Tras despedir a Pedro, llevo a la nena al colegio y me tomo un café con Juani. Mi hermana Tere no puede, la pobre, pues tiene que salir pitando hacia la oficina. Luego, de nuevo en casa, pongo las máquinas a funcionar: friegaplatos, lavadoras y secadoras. A las 12:30 como muy tarde, preparo la comida para la nena y para mí; Pedro no suele venir por exceso de trabajo. Con la niña de nuevo en el colegio, me siento un rato a descansar. Después de hojear el periódico del día, o leer la novela que tenga entre manos, me quedo dormida. Ya por la tarde, si no toca planchar, pasar la aspiradora u otros menesteres, aprovecho para ir al súper a hacer dos o tres compras rápidas, e inmediatamente después, me marcho pitando al colegio a recoger a la nena. De vuelta a casa, María hace los deberes en la cocina mientras yo procuro ayudarla. Tres veces por semana, además, visito a mis padres y les hago un poco de compañía. No quieren de ningún modo ir a una residencia, así que me ocupo yo de sus compras principales. A mi marido lo veo por las noches, justo antes de cenar. Si no está muy cansado, vemos juntos una película. Para mí el mejor día de la semana son los sábados pues nos reunimos en casa de Tere. A la niña le gusta jugar con sus primos. Pedro y mi cuñado suelen preparar una barbacoa enorme en el jardín, mientras Tere, mi madre y yo trajinamos en la cocina. Luego, bebemos y charlamos mientras los críos se dedican a importunar al abuelo. No parece molesto por ello; como si le agradase en realidad. Desde hace algún tiempo, tengo la sospecha de que a mi hermana le ocurre algo; tal vez sean los consabidos problemas en la oficina. A mí me parece que sus hijos están creciendo muy deprisa; yo los encuentro, de hecho, un poco asilvestrados. Supongo que la mía crece lo mismo y no me doy ni cuenta. Esta noche Pedro me lleva a cenar. ¿Se habrá acordado de que mañana es nuestro aniversario?
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Lo tenemos peor las mujeres siempre, curremos o no. Qué bien has expresado el tedio de esa vida entregada a la crianza y a lo doméstico. Aunque la abeja reina insista en contarse a sí misma lo contrario.
ResponderEliminarLa monotonía es uno de los peores estigmas de la condición humana. Y, en el caso de la mujer que ejerce como ama de casa, es claro que siempre hace mucho y lo mismo.
ResponderEliminarUn beso.
Salud y República
Pero la liberación también es muy difícil, sobre todo si más que liberación es pura necesidad, no llega con un sueldo y las tareas de casa esperan igual a la vuelta del trabajo. No hay tiempo para organizarlas, se va a salto de mata y con la sensación de hacerlo todo mal. Cualquier crítica de una abeja reina te puede hundir en la miseria por un par de semanas. Es curioso lo poco comprensivas que somos las unas con las otras. Quizá la abeja reina tiene la imperiosa necesidad de sentir que hace algo mejor que las demás, no lo sé. Creo que ambas opciones, la de trabajar sólo en casa o en los dos lados, tienen sus inconvenientes y sus propias compensaciones.
ResponderEliminarVaya temita;-)
Besos.
El trabajar fuera de casa no es solo una respuesta a la necesidad de unos mejores ingresos en la casa, es una forma de realización social y personal, porque el trabajo en casa no realiza a nadie. Es algo monótono no reconocido social ni personalmente y además te limita la realización personal, por eso se trabaje fuera o no el trabajo de casa hay que compartirlo.
ResponderEliminarLas abejas reinas son una especie que tendría que desaparecer.
Salud, República y Socialismo
Vaya,vaya Mega, esto de la mujer pluriempleada es un tema de lo màs "absorbente" No sabîa que se llamaba el sîndrome de la abeja reina...
ResponderEliminarGenialmente escrito, como siempre, pues asî, tal y como lo relatas.
Un beso.
La mujer no ha conseguido romper con la responsabilidad del hogar, y se siente aplastada por el peso de tantas tareas dentro y fuera.Necesitamos respirar más allá de la cocina y la casa pero hacerlo implica cargarse el doble.
ResponderEliminarEse problema no lo tiene las clases más altas que tienen personas que realizan ese trabajo y las mujeres pueden dedicarse a ser lo que realmente quieren.
Es un tema apasionante y tú lo has contado muy requetebien...Besos
¡Tocada y hundida! Por el agobio y la reivindicación amadecasil. Por el miedo.
ResponderEliminarExcelente, como siempre.
Un beso.
Hola Meguita,solo de leer el texto
ResponderEliminarme entra un agobio y desasosiego y eso que esta mujer no trabaja fuera de casa;una supermujer a la que seguro nadie reconoce ni siquiera su familia.Algún día reaccionará y se exigirá menos ¡que esclavitud!aunque ¿es consciente de ésto?.Abrazo.
Mega, desde mi zángano aleteo puedo decirte que ese panal sólo ha dado hiel en vez de miel. Desde el campo social las flores están marchitas y hace mucho tiempo que el néctar terminó. Educación, reflexión, consciencia, responsabilidad, días van y vienen. Denuncia y más denuncia hasta que otras flores nazcan.
ResponderEliminarDesde el literario esta barbacoa está en su punto, bien condimentada, cocida al punto y por lo tanto no tiene desperdicio. Suculenta.
Un abrazo sin rutinas.
Sergio Astorga
Es lo que dice Bambú. Para los problemas o nos exigimos, o, hacemos cuentas de la vieja y nos vamos eximiendo hasta que llega el fracaso.
ResponderEliminarLe comenté hace una temporada a una compañera que las mujeres deberíais tener un extra de minusvalía (en sentido de desventaja social) Podríamos hablar de gastos en productos, laborales, higiene, tiempo, inseguridad... pero la solución es que los hombres nos exijamos, o cuanto menos, ser agradecidos con quien se deba.
Ya que no vais a parar de preocuparos nunca jamás , lo que hay que buscaros el punto de la i a la hora hacer ciertas cosas.
Para mí el hogar siempre es apasionante de todos modos, jeje
Araceli, llevar a cabo esa especie de letanía sin fin que son siempre las rutinas domésticas o da sopor o espanto...
ResponderEliminarRafa, cierto. Ejercer a diario unas mismas tareas enajena al más pintado.
Olguísima, de acuerdo con todo lo que dices de principio a fin. La guinda -como bien señalas- es que, encima, no seamos más generosas las unas con las otras... (¿Habrá desaparecido la comprensión bajo el sopor de la dichosa monotonía?...) Me temo que sí.
Antonio, lo dices con tanta claridad que es imposible estar en desacuerdo contigo, a menos que una se quiera engañar (como, en efecto, hace sin querer esta clase concreta de abejas reinas que describo...).
Eva, en realidad el síndrome lo padecen aquellas mujeres pluriempleadas (o sobrecargadas de tareas, simplemente) que han renunciado a parte de esa carga generalmente sacrificándose, con el objetivo de mejor atender otras tareas (hijos y maridos, en primer lugar, pero también padres o abuelos), sin que por ello se sientan satisfechas de su decisión (me merece todo el respeto siempre que a una le satisfaga.)
Marisa, retomando lo que dices, yo creo que la mujer no conseguirá nunca romper con esa responsabilidad porque ella misma representa el hogar (como expresión o manifestación de esa maternidad que también simboliza). Es cierto lo que dices: en la actualidad, sólo las mujeres que pueden permitírselo pagan para que otras se ocupen de llevarlas a cabo. ¿Para cuándo unos robots domésticos lo bastante baratitos...?
Izaskun, ¿de veras te provoqué agobio? ;-D De eso mismo se trataba: de agobiar desde la simple relación de una cotidianidad relativamente cómoda... (Hay panoramas mucho peores. A fin de cuentas, el aquí descrito se corresponde con el de una mujer de clase media acomodada; con acceso a la compra de eletrodomésticos)...
Bambú, acabas de dar con una posible solución (al menos, resulta baratita): exigirse menos... En cuanto a tu pregunta, no creo que la mayoría sea consciente. Para muchas a eso mismo se reducen sus vidas (ya sea con barbacoa o sin ella).
Sergio, nos ofreces otra buena salida: la co-educación, desde luego que sí. La pena es que ésta sólo vaya a surtir efecto en las generaciones que están por crecer... (De momento, habrá que conformarse con la conciliación, aunque sólo sirva para apagar fuegos -en realidad, hogueras-). Muy acertado. ;-)
Dieguku, casi te diría que la vida marujil no corre peligro de extinguirse... Lo que propones me parece que funciona en alguna medida en ciertos países escandinavos (ya se sabe, unos tipos raros de tan civilizados...). El hogar tampoco peligra, descuida (aunque adopte otras formas).
Un fuerte abrazo a todos
A mí este relato contado con tanta serenidad me parece más bién un cuento de terror..Y no se acaba ésto!Y yo conozco a muchas jovencitas, que sueñan ,todavía con un marido como prioridad vital.Un beso.
ResponderEliminarCualquier estilo de vida, siempre que sea elegido, es válido.
ResponderEliminarYo he asistido en vivo a ese repunte de la maternidad como trabajo exclusivo: muchas de las mamás de los compañeros de mi hijo han optado por esto (eso sí, el perfil ha cambiado: una es ingeniera,la otra diseñadora industrial, la otra farmaceútica). Esta sociedad sigue sin estar preparada para la conciliación laboral.
La soledad de la mujer de tu cuento se puede masticar.
Besos.
Ostras, ¿le has dicho a ella que no se ocupa nada de ella misma? Yo creo que si se mira al espejo no tiene reflejo y no porque sea una vampira.
ResponderEliminarLiterariamente espléndido, porque con un mínimo de palabras cuenta lo que tiene que contar y llega, como se ve por los comentarios.
ResponderEliminarLa mitad del cielo, que decían los chinos de las mujeres, ha sido históricamente la mitad y un cuarto del infierno. Y lo sigue siendo cuando, como en la mayoría de los casos, trabajar fuera no significa que no tengan que seguir haciendo el trabajo de dentro. Pero ya hay muchas mujeres liberadas de eso, con compañeros que comparten.
Poder salir fuera y ganar su dinero es el inicio de una revolución lenta pero segura. Pueden decir no. Pueden decir basta, me voy. Antes, eso era imposible. Y ahora a muchas esa situación ha sido causa de su asesinato. Porque no es cierto lo de "la maté porque era mía": los hombres empezaron a matar mujeres cuando dejaron "de ser suyas".
Lo terrible de esto (las abejas reinas) es que toda herida nos acaba hiriendo a todos. Y no nos damos cuenta: solo la liberación de todas y todos nos permite liberarnos como individuos.
En el último párrafo me refiero a que esa enorme frustración de la abeja reina acaba por volverse contra los que la rodean, a veces en forma de un exceso de amor (mal concebido) y preocupación.
Besos más largos que mi comentario, mi querida Mega Provocadora.
Sigma, jeje. Pues yo también lo creo. Hay horrores tan cotidianos que hasta les hemos tomado cariño de puro domésticos. En cuanto a las expectativas de las jovencitas de hoy... (Como la educación cada vez está mejor -es un poner-, imagino que los jóvenes lo tienen también mucho más fácil a la hora tomar decisiones que no siempre coincidan con los "valores" defendidos a machamartillo por la publicidad y su entorno social inmediato... No siempre el más conveniente).
ResponderEliminarBesos
Bárbara, coincido contigo. El problema de esta clase de sacrificios que realizan estas mujeres es que luego tienen que batallar el doble para reincorporarse a la "vida laboral con nómina"... Y encima, me parece que tampoco cuentan con un respaldo fuerte de la ley... Tengo la sospecha de que las excedencias en el trabajo por un tiempo concreto son, hasta donde yo sé, cosa del empleo público (que me corrija alguien si me equivoco), así que la conciliación que se veía como una alternativa menos radical me parece más imposible si cabe... (¿Cómo van a aceptar nuestros empresarios "trabajar menos, cobrando menos" en una sociedad y un tiempo en que "se trabaja más, cobrando menos aún"?). En fin. Un abrazo
Carmen, jaja, las rutinas -ellas sí, sean domésticas o de otro tipo- son verdaderas sanguijuelas, mal que nos pese... De ahí que esté de acuerdo con todos los que habéis señalado que se trataba de un micro de terror. ;-)
Nanón (eso va por tu pequeño gran comentario), qué suerte que sea así. Que, felizmente, haya otros modos y comportamientos... Decir basta es para algunos la mayor ofensa que jamás hayan recibido nunca, un claro indicio -por lo demás- de lo bien que han vivido durante generaciones... Lo explicaste muy bien. Un abrazo tan grande o más que mi sobrenombre (en el fondo, Meguita me va mejor).