sábado, 25 de agosto de 2012

Casa de muñecas

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Salió al jardín dando un portazo, mientras el cielo se desleía a sus espaldas en una lluvia gruesa, de goterones como chuzos, cada vez más pertinaz. Había decidido abandonar aquella casa, que ahora se daba cuenta se le antojó engañosa desde el principio, con toda esa belleza de tarjeta postal, hecha de proporciones arrebatadoras y decorados de asfixia. La tierra respiraba de nuevo aliviada cuando tropezó por sorpresa con el origen de su encierro: a pocos metros del edificio, una rosa insignificante empequeñecía el paisaje.

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6 comentarios:

  1. Salió de la rosa dando un portazo. Había decidido abandonar aquel encierro. A pocos metros de aquella asfixia la esperaba aquella casa gruesa e insolente, de pertinaz y arrebatadora hipoteca.

    Recorrer tus paisajes, tres o cuatro placeres…

    Petons hortolans.

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  2. "...el cielo se desleía a sus espaldas en una lluvia gruesa e insolente, de goterones como chuzos, cada vez más pertinaz." Esto me ha encantado. En realidad todo el micro respira poesía. Y las rosas, ya se sabe, son muy tricioneras.
    Me encantó.

    Abrazos con olor a lilas.

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  3. Me parece admirable, Gemma, cómo consigues -con una prosa limítrofe entre la narración y la poesía- tal efecto de intensidad que nos lleva a una actitud lectora muy próxima, casi cómplice.

    Una pieza estupenda.

    Un abrazo,

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  4. Una vez escribí un verso con la misma música: Creceré, se dijo, hasta que el dolor recupere su insignificancia.

    La proporción en las escalas de la ética y la estética pasa muy desapercibida, pero no para ti.

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  5. (Esta misma tarde os contesto despacito, después de mi clase de alemán. Besos!)

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  6. ¡Ya terminé mis clases! Jeje.

    Josep, jaja. No lo dudes: me gusta mucho más tu versión malabar. Un pe tó

    Lola, la belleza es engañosa siempre. Porque te seduce sin razones. Besos

    Pedro, para querer seguir leyendo es preciso que antes te hayan agarrado por el pescuezo... Gracias y otro abrazo

    Nano, ¡qué maravilla! Y qué bien suena: "Creceré, se dijo, hasta que el dolor recupere su insignificancia." Me lo quedo. Un gran beso

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"