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Afuera, la oscuridad se ceba sobre una nada cubierta de sombra, mientras, adentro, una anciana impedida escapa de la nada sombría por el blanco de la escritura. Cuando den las doce, habrá logrado escribir, con pluma de tinta, varios folios de vida, emborronando tan sólo algunos márgenes, sin apenas tachaduras. Alumbra su cuarto un globo de papel redondo y blancuzco de luna. Horas después, empieza a sentir cómo la noche se le escurre por entre los dedos, boca arriba, al lento ritmo con que el alba va rompiendo veladuras. De pronto, ya no tirita.
...
Las
OOhojas
OOOescri
OOOOOtas
OOOOorespi
OOOOOora
OOOoban
todavía.
OO
...
Las hojas escritas respiraban todavía.
ResponderEliminarEl último aliento sobre los folios, la noche que se escurre por los dedos, esa luna barata que alumbra su habitación.
Conmueve de una manera rara, Gema.
Me parece muy bueno.
Su último adiós y el ambiente triste que se respira..una buena
ResponderEliminarmanera de explicar la soledad ante la muerte.Abrazo más alegre.
Así me veo yo en el futuro, como esa viejecita haciendo temblar las letras. Besitos, querida amiga.
ResponderEliminarPero parece feliz, su último día. Casi sin darse cuenta.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy bello el contraste entre la oscuridad exterior y la luz (del globo blanco de luna) de su habitación.
ResponderEliminarEs una historia muy tierna, emotiva, pero no la encuentro triste porque se va tranquila y después de hacer algo que le gusta (escribir). Yo también me quedé cautivada con la última frase: "Las hojas escritas respiraban todavía". Felicidades. Eres una fabulosa narradora, Mega.
Besos.
Mega, la transición, siempre la mudanza, de un estado a otro, de un tiempo a otro, de una página a otra. A veces sin sentir, a veces sin querer.
ResponderEliminarTu texto transcurre, se desvanece,
transita, respira.
Abrazos.
Sergio Astorga.
Olga, si te he conmovido de veras ya me quedo contenta. En realidad, muy contenta. ;-)
ResponderEliminarDoña Bambú, te voy a decir una cosa. A mí la escena también me pareció profundamente triste. La conciencia (o, si quieres, mera sospecha) de la protagonista de tener una vida a punto de esfumarse la vuelve melancólica, sí. Besazo
Isabel, jaja. Ya lo haces desde el presente romano en el que vives, perdón, escribes, no te quepa duda. ;-) Un abrazo
Larilla, es feliz -creo yo- porque al menos puede beberse la última gota de escritura. Estoy de acuerdo contigo en que ese "casi" endulza algo su tránsito. Besos
Luisa, gracias por tus palabras cariñosas. Fíjate que también coincido contigo: a fin de cuentas, de la melancolía que le da la conciencia (o semiconciencia) pasaría a un estado de arrobo y entrega que -seguro- es motivo de felicidad, como tal vez se perciba en ese temblor final de las hojas.
Sergio, muchas gracias. Eso justo quería: que respirara.
Otro que se ha quedado conmovido.
ResponderEliminarY después alegre. ¿Hay algún sitio para apuntarse?
Jaja, Nano, yo también me apunto contigo...
ResponderEliminarConmueve e inquieta, pero como dice Sergio, debemos de estar todos dispuestos para la mudanza y llegar dignamente a ella.
ResponderEliminarSoberbio Gema, si me dieras tu permiso me encantaria llevármelo a Trianarts.
Un abrazo
Permiso concedido. Gracias, Triana.
ResponderEliminarY un beso
Muchas gracias Gema, lo subo esta noche.
ResponderEliminarUn beso.
Mil gracias Genma, es un privilegio para mí, ya está subido.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.