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Espinas
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La verdadera crueldad de las espinas no reside en tenerlas sino en irlas perdiendo, dejándolas prendidas en la azorada piel de quien tenga la osadía de acercársenos.
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Luisa Valenzuela, Brevs. Microrrelatos completos hasta hoy, Alción Editora, Córdoba (Argentina), 2004.
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La verdadera crueldad de las espinas no reside en tenerlas sino en irlas perdiendo, dejándolas prendidas en la azorada piel de quien tenga la osadía de acercársenos.
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Luisa Valenzuela, Brevs. Microrrelatos completos hasta hoy, Alción Editora, Córdoba (Argentina), 2004.
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Quién tuviera la osadía de la espina en la piel prendida,
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Quién tuviera la osadía de la espina en la piel prendida,
en la crueldad azorada de irlas perdiendo,
o en no tenerlas,
dejándolas acercársenos
sin residencia de espina verdadera.
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Versión 2
Acérquense quienes tuvieran la osadía
de la espina
en la piel prendida,
en la crueldad azorada de no tenerlas verdaderas,
o en irlas perdiendo,
dejándolas sin residencia
de espina.
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Versión 3
Prendida en la piel, la osadía de la espina
-de crueldad azorada-
nos deja sin residencia.
Se acerca en quien vaya la espina perdiendo,
o de tenerlas, no las tenga en verdaderas.
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Querida Gemma, juro y perjuro que hoy entro casualmente la primerita que vengo de asuntos que te contaré en privado y veo nuevo título y dedicatoria para la domadora amada y no puedo resistirme.
ResponderEliminarMe encanta ese relato de Luisa Valenzuela y me ha fascinado la vuelta que le das. La crueldad azorada me pierde...
Gracias por todo,
Un beso.
Gemma, lo importante en un texto literario es su espina dorsal, porque como sabes dan mala espina los textos decolorados.
ResponderEliminarSabia es la púa que se deja como recordatorio de nuestra existencia.
En tus dos versiones se distingue la astilla de la osadía incrustada, no hay piel que la resista ni lector que no la aprecie.
Abrazo espartano.
Sergio Astorga
Espinado juego este tuyo. Estas entradas me recuerdan a los ejercicios de composición literaria que se hacían en las escuelas del bajo imperio romano, los llamados progymnasmata. Un abrazo.
ResponderEliminarIzaskun, la crueldad azora siempre, y si es de espina, más. La espina no tiene culpa de serlo, como apunta Luisa Valenzuela, sino de herir a quien no lo merece. De acuerdo con esta idea, las verdaderas espinas buscarían clavarse en determinados cuerpos sólo.
ResponderEliminarUn beso
Sergio, la versión 1 es un canto a la osadía vital, aun cuando las más de las veces pinche; la segunda versión, por el contrario, podría leerse como el lamento de alguien que se duele de ir perdiendo por ahí sus espinas, mientras que la tercera, la más reciente, pretende realizar una reflexión sobre lo inútil que resulta precaverse contra las diferentes espinas de la vida. Un abrazo, fino lector
Antonio, resultan muy estimulantes para hacer dedos, desde luego que sí. Y como una manera de indagar en las posibilidades del lenguaje, de estirarlo al máximo mientras éste nos lo permita. ;-)
Un beso y gracias