
Al asalto del día
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Cuando el pececillo volvió a asomar su cabeza atunada a la superficie, no pudo evitar sentirse una vez más escamado: en su imaginación, aquel zumbido terrible (*) había cobrado de pronto las hechuras de una evaporación masiva de agua. De nada sirvió convencerlo de que se trataba de un simple efecto de sonido, ni mucho menos de que -por increíble que pudiera parecerle- fuera de aquellas aguas gélidas y ondulantes, no iba a encontrar más que una realidad hecha de papel maché. Sin atender a razones de nadie, ahora vuela insolente por los aires, no menos altivo que los demás pájaros.
(*)
(**) La imagen procede de El vuelo mágico.
...
Esta mañana el mar brilló por fin con destellos [dorados] de miel y tibiezas desconocidas. Parecía un manto de sal puesto a secar al sol en su oleaje perfecto de cadencias y crestas batidas.
Te hubiera gustado contemplarlo.
VERSIÓN 2
Esta mañana el mar brilló por fin con destellos de miel y tibiezas desconocidas. Parecía un manto de sal tendido al sol en su oleaje perfecto de cadencias y crestas batidas.
Te hubiera gustado contemplarlo.
VERSIÓN 3
Esta mañana el mar brilló por fin con destellos de miel y tibiezas escondidas. Parecía un manto de sal al sol tendido en su imperfecto oleaje de cadencias y crestas batidas.
Te habría gustado contemplarlo.
y VERSIÓN 4
Esta mañana el mar brilló por fin con destellos de miel y tibiezas escondidas. Tendido al sol, parecía un manto de sal en su imperfecto oleaje de cadencias y crestas batidas.
Te habría gustado contemplarlo.