Cuando despiertes de golpe en mitad de la noche y percibas de forma diáfana, asomado a la ventana, que la oscuridad del submundo rige con el mismo desgobierno descabellado del día, tan falto de claridades, tan lleno de veladuras, y te lo repitas para tus adentros apenas un instante, decidido a no darle más vueltas de las necesarias, sentirás de pronto, mientras tu pie ensarta a tientas la maldita zapatilla, cómo el agujero negro del pasado mañana te abisma.
* La foto lleva por título "Nueces de la muerte" y es de Paz Juan Robledo.
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Terrorífico. Menos mal que si uno vuelve a dormirse, las neuronas se afanan en borrar casi todo, y suele quedar sólo ese rezume de desazón.
ResponderEliminarSaludos
Me vienen a la cabeza estos versos de Machado (supongo que por amortiguar la caída): "Mi corazón espera/también, hacia luz y hacia la vida,/otro milagro de la primavera".
ResponderEliminarun beso.
PS: "Nueces de la muerte"... y pensar que recomiendan tomar, como mínimo, dos al día...
Brutal, querida Gemma. Y además lo has metido todo en una sola frase, para añadir más desasosiego al pobre lector, que queda clavado en la silla.
ResponderEliminarVaya modo de empezar la semanita.
A ver quién nos desclava ahora.
Muy buena imagen, todo un abismo dentro de un gesto tan común, tan conocido, como calzarse la zapatilla. Buen reflejo de ese submundo interior. Un abrazo.
ResponderEliminarQué bueno, Gemma, qué desasosiego que me has metido en el cuerpo. Yo siento cierta esperanza por el personaje, que no por mí yo estoy perdido. Porque ensartar la zapatilla con el pie, aunque sea a tientas, es una formidable muestra de carácter.
ResponderEliminarUn abrazo.
Terrible esa angustia que no deja lugar a la esperanza. Muy conseguido.
ResponderEliminarcuántas des..
ResponderEliminarqué bien suena!!!
¡Qué desasosiego produce tu texto! Va aumentando con el ritmo y el tempo justo hasta convertirse prácticamente en terror. Y desasosiego me produjo a mí precisamente toparme con aquellas nueces vacías y muertas, con forma de calavera. Si a ello se une que son del jardín del castillo del padre de Chateaubriand, donde él pasó infancia y adolescencia marcadas por el miedo y el temor continuo, todavía es mayor la desazón. Es uno de los muchos secretos que esconde la Bretaña.
ResponderEliminarLo repetiré una vez más con total convencimiento: ¡Qué forma tan mágica de darle sentido a una foto!
Un abrazo y un beso enormes Gemma querida.
Gemma, una espiral descendente vertiginosa, nos instalas sin gravedad de por medio en el inframundo o en el inconsciente que en este caso es sinónimo, con la posibilidad de tomar consciencia del mañana. Nos dejas en el hoyo negro. La consciencia es otra forma de caída.
ResponderEliminarAbrazo caído.
Sergio Astorga
Mejor no despertar. Debe ser inquietante hacerlo, que todo el mundo duerma y ver lo que describes. Me gusta mucho ese "te abisma". Un micro excepcional, Gemma.
ResponderEliminarAbrazos
¡Qué certeza!
ResponderEliminarCómo se complementan las genialidades.
Besos
Me gusta como toma la imagen forma poco a poco, como se hace fuerte mientras me mantengo mirando por la ventana y consigo ponerme una zapatilla, que me descubre que ahí comienza todo, que ahí se destapa la chistera, en ese acto despreocupado tomo conciencia de que el pasado atrapa en el mañana y me hundo sin remedio.
ResponderEliminarBellísimo
Saludos
Gabriel, con que os provoque cierta desazón, ya me conformo. De eso mismo se trataba en buena medida; gracias. Un abrazo
ResponderEliminarMaría, menos mal que la primavera parece sellar todos los agujeros negros habidos y por haber, desde luego que sí. Un beso
Araceli, fíjate que no me había dado ni cuenta. En realidad, se trataba de decirlo rápido y de modo rotundo, a ser posible. El contenido impuso la forma esta vez. Un besote
Maite, todavía hoy cuando me calzo una zapatilla siento un miedo instintivo y absurdo al hacerlo. Probablemente se trate de un miedo cerval de mi infancia que en ocasiones le da por asomar... Besos
Jesus, jaja. De hecho, se trata de un simple acto reflejo (compartido por todos) que en un momento dado funciona como la magdalena de Proust. Pensé que el personaje no podría evitar impacientarse tras haber perdido la zapatilla, y que de ese modo de una desesperación saltaría a la otra apenas sin darse cuenta. Un beso
Agustín, cuando somos capaces de proyectar en el futuro inmediato un gesto nuestro, una condición o incluso un estado, sin apenas esfuerzo, más aun: con absoluta normalidad de que este acontezca, una parte de nosotros no puede evitar rebelarse contra ello. Un abrazo
Rojotalian, me gusta jugar con las aliteraciones. Celebro que te agrade. Saludos y bienvenido
ResponderEliminarFreia, qué bien que te lo haya parecido. Tenía para mí que esa imagen guardaba algún secreto que había que desvelar. Y tú lo haces con tu lectura. Tienes razón: esos huesos de nuez son, efectivamente, la viva imagen de la muerte, y de la desolación... La historia de su procedencia es muy sugerente. Mil gracias, Condesa. Abrazos fuertes
Sergio, el inframundo y el subconsciente se me antojan el verdadero centro de la lucidez... Y tu juicio me parece, por lo mismo, muy acertado. El inconsciente no sabe de futuros porque él mismo lo habita, como hace por lo demás con el resto de tiempos... Por el contrario, la consciencia es el olvido, o esa caída a la que tan bien aludes.
Un besazo
Agus, mejor seguir durmiendo, ciertamente... La lucidez de la noche espanta de veras. Yo creo que no existe otro despertar igual. Un beso
Isabel, cara y envés como aguas de una misma fuente... Un fuerte abrazo
Ada buena, el pasado atrapa en el mañana y no existe, efectivamente, más escapatoria que la propia lucidez que da el saberlo. Un abrazo, y gracias
Pues, como a Araceli, me ha llamado la atención lo perfecto de este párrafo-secuencia. Y cómo, en lugar de matar, en este caso el adjetivo "maldita" clava todo en la realidad. Así de sencillo (leerlo hecho, no el hacerlo).
ResponderEliminarHola Gemma,
ResponderEliminaracabo de aterrizar hoy en tu blog y veo que tarde. Está todo dicho, pero creo que yo no me vuelvo a asomar a la ventana de noche ;-). Me gustó especialmente como enlazas el abismo con lo cotidiano (malditas zapatillas nunca se colocan como deben). Abrazos, y te sigo...
Nano, un solo párrafo-secuencia tiene el deber de golpear siempre fuerte. Como fuerte es también el abrazo que te mando
ResponderEliminarRocío, encantada de que aterrices por aquí. Lo cotidiano, nuestro único agarradero, suele mostrar su conexión con lo universal al menor descuido... Besos, y bienvenida
Genial que la secuencia nos lleve, en unos pocos pasos, al insondable e incomprensible submundo de la zapatilla (la ventana; la noche y ese par de abismos que, revestidos de comodidad, nos acechan bajo la cama … nada más frágil, más vulnerable, más perecedero, que alguien que busca a tientas, en los alrededores de la nada, sus malditas zapatillas).
ResponderEliminarUn beso descalzo…..
Josep, no hay como calzarse las mullidas zapatillas para sentirse en casa, para sentirse a gusto en realidad. Un petó fort
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