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miércoles, 11 de julio de 2012

Emboscadura

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Un destello que anhela permanencia, aspirando a ser reflejo; un árbol que sombrea y luego, sencillamente, un deambular pausado y diligente del campo por la luz, que cuartea espejos y apariencias a brochazo limpio, embarrándolo todo como cartón mojado, sin contemplaciones. A las doce en punto del mediodía la emboscadura se remansa y aquieta, desvelando su condición de barro, de légamo y limo sin fin.
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martes, 10 de julio de 2012

Verano

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Esta mañana, a orillas del lago, he visto a una garza lucir su elegancia esbelta de brillo y aplomo. Nada la perturbaba en su feliz jornada de trabajo. Ni siquiera mi presencia fiera. 
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* Podéis ver la secuencia entera aquí
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jueves, 31 de mayo de 2012

Tiovivo enmascarado

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¿Qué demonios esconde un tiovivo envuelto en un toldo amarillo? y, sobre todo, ¿a quién? ¿Qué clase de lona es capaz de arrebatar un tiovivo entero de los ojos de un niño solícito, nervioso, aventurero y explorador? Fíjense bien porque no pregunto al tuntún. ¿Todavía no se dan cuenta? ¿No les dice nada ese par de palmeras enhiestas, colocadas sospechosamente a cada uno de los lados con simetría extrema? Y esa caseta pintarrojeada de mala manera, como si la hubieran camuflado en una selva, ¿tampoco levanta sus sospechas? ¿De veras no les produce ni frío ni calor la irrupción de esa mole en mitad de la plazoleta, de la calle, junto a la orilla del Mediterráneo, de la ciudad? ¿Acaso se han creído que se trataba de un simple recreo de feria? ¡Pero qué tiovivo ni qué niño muerto! ¿Es que no distinguen al enorme elefante dentro de la boa constrictor bajo el bombín?

* La foto es de Guillermo Méndez y procede de su bitácora FugaZes
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lunes, 14 de mayo de 2012

Los cinco viejitos

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El de la gabardina beige, el más alto de todos, me ha sonreído en el instante en que me colaba en el ascensor cuando las puertas empezaban a cerrarse. Ninguno de los ancianos cumplía ochenta años. Me ha hecho gracia que la casualidad nos hiciera descender a todos en la misma estación. Un par de horas antes, arrellanado en la butaca del cine, había visto desfilar ante mí sus figuras encorvadas. Los paseaba una mujer de piel dorada y pelo azabache. «Blancanieves y los cinco viejitos», me he dicho en el momento en que comenzaba la película. El más anciano rondaría los noventa, y aunque caminaba apoyándose en el brazo de la chica, conservaba la coquetería de no usar bastón y lucir una melena de plata. La pareja que lo seguía avanzaba erguida, a paso ágil: junto al caballero de la gabardina beige y andares distinguidos, un viejo cabal se había erigido en pastor del rebaño, ocupado como estaba en reunirlos a todos bajo su regazo. Al terminar la película, hemos coincidido de nuevo en el vagón. Pese a mis zancadas firmes, yo había perdido el metro de forma inesperada. El último tren ha circulado, sin embargo, con el traqueteo de los deseos cumplidos. Cuando salía del ascensor me he sumado a la feliz comitiva.
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miércoles, 25 de abril de 2012

La sonámbula

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Las flores secas disecan deseos hasta reducirlos al simulacro. Prontas al sueño, exudan esa especie de desvelo detenido por el que la sonámbula las sigue creyendo vitales, frescas y olorosas. Muy despacio, sin embargo, van secándose por dentro hasta paralizar la savia fluida del recuerdo, persuadiendo todavía a la muchacha de su belleza intacta. Habrán de pasar lustros enteros para que la sonámbula se diga: «En realidad, esas flores provocan pesadillas», y lo dirá más lúcida que nunca, despierta al fin de su largo sueño entreverado.
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* La primera foto es de Brooke Shaden y lleva por título "Sleepwalker". La segunda es de Abel Murcia, de su blog Al trasluz, y se llama "Del reino de los sueños..."
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domingo, 22 de abril de 2012

Capitalismo liberal

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La naturaleza es como una pescadilla 
que se muerde la cola (*) 

(*) Si la naturaleza es sabia 
porque es fiera, salvaje, silvestre, 
implacable y cíclica, además de redundante, 
ruda de trato e incluso bastante inhumana cuando se pone, exhibiendo en ocasiones una ferocidad de lobo tremendamente impúdica, eso sucede porque es feroz 
o feraz por demasiado fértil y productiva 
(o fructífera), es decir, por 
simple sabiduría 
feral. 

domingo, 1 de abril de 2012

El tentetieso



De sombra fugitiva, el tentetieso aspira a mantenerse en pie toda la vida, sin que le tiemble el pulso o pierda en un desliz absurdo el frágil equilibrio que ostenta. Nada le importa en el fondo, ya no digamos en la forma: la belleza no lo altera. Le trae al fresco que la realidad se erosione hasta desangrarse, o que la gente naufrague en silencio, sin apenas vergüenza. A él lo mueve una única pasión: tenerse en pie por tierra mar y aire mientras los demás se quiebran formando esquirlas, o se estrellan por el gusto de levantar polvaredas. Seguir ahí por los siglos de los siglos, sin otro empeño amén que lo envanezca.

* La acuarela es de Lola Valls.

lunes, 30 de enero de 2012

El escultor

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Cuando el artista estaba a punto de terminar su obra, ella consideró llegado el momento de que le insuflara alguna impureza que la hiciera verdaderamente completa, pero el escultor no parecía dispuesto a escucharla.
-La completud del ser roza siempre lo putrefacto -le había desvelado en un hilo de voz apenas audible. 
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* La fotografía vuelve a ser de Brooke Shaden.
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jueves, 5 de enero de 2012

¿Fantasea?

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Fantasea: la mujer se enamora de su retrato, pero ¿su retrato puede ser considerado "él"?
Giorgio Manganelli, "69", Centuria, Cien breves novelas-río, Anagrama, 2011, p. 144.
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Como cabía esperar, hace días que no come apenas, duerme a trompicones y parece más pálido que de costumbre. Dicen que fantasea, que no atiende cuando requieren sus servicios. También dicen que se ha perdido, y que probablemente ya no vuelva a ser quien fue. ¡Dicen tantas cosas!
Yo sólo sé que desde hace unos meses, el viejo anda distraído. Sus razones tendrá, desde luego, pero no dudo de que siga tan cuerdo y lúcido como siempre, y de hecho considero que si ahora ha decidido pasar todas las tardes en compañía de esa planta, ello no puede significar más que se siente a gusto a su lado. ¿Qué otra cosa si no podría querer decir?

Su nieta dice que está enamorado. No de la planta, claro, sino de la gran cantidad de recuerdos que la bendita sombra que proyecta es capaz de propiciar en el viejo. Que esa planta de aspecto vulgar tiene el poder de convocar, en forma de recuerdos, ensueños y figuraciones, la que fuera el gran amor de su juventud. Y que a la noche el abuelo llora su desconsuelo. Quién sabe por qué suceden determinadas cosas. Yo lo ignoro al menos.
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jueves, 29 de diciembre de 2011

Un misterio

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Aquella señora que acude a desayunar se ha sentido de pronto atraída por uno de sus clientes habituales. Como si la sonrisa sofisticada, aunque de pocas luces de ella, hubiera encontrado perfecta réplica en el gesto adusto y la inteligencia afilada de él. De igual modo, el señor en cuestión lleva días experimentando una profunda nostalgia por esa sonrisa inexplicable. Así las cosas, es muy probable que antes de atreverse a ir más allá, ambos se dediquen a conocerse y a buscar argumentos de peso: él por motivos obvios, ella por justificar ante sus amigas una predilección tan poco comprensible, además de impropia. Lo que ambos ignoran -en cualquier caso- es que ese arraigado sentimiento mutuo no variará ni un ápice, otro misterio mayúsculo, durante los próximos cinco años en que sigan tratándose, ya sea en los encuentros fugaces en el bar de siempre antes de dirigirse al trabajo, ya durante las conversaciones algo más sostenidas que entablen por la noche cada vez que su pasión se lo permita. Sólo cuando la relación llegue al equinoccio del sexto año, habrán aprendido a mantenerse en el filo de un extraño equilibrio. Aunque todavía no lo sepamos, es muy posible que a partir de entonces el señor melancólico de esta historia se sienta atraído súbitamente por aquella otra señora también estupenda, que decían nuestros padres; la que justo ahora parece estar mirándolo con descaro y arrobo a un tiempo, tampoco sabemos por qué. 
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sábado, 17 de diciembre de 2011

La mujer que no era

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La mujer que no era ni una cosa ni la otra solía llevarme la contraria como si yo representara todo cuanto no quería que fuese. Inmersa en esas incertidumbres rocambolescas, la mujer que sin ser tampoco me dejaba ser, ni siquiera una pizca, se deshacía en elogios cada vez que me encontraba meditabundo, lo que aumentaba mi enfado y perplejidad, sumiéndome en un mar de dudas muy desagradable. Una tarde soleada en que me sentía yo más fuerte de lo normal, le dije a la mujer que no sería que me dejara en paz, pero tras cinco minutos de imposible discusión, caí en la cuenta de que sólo había estado peleándome con la señora que siempre había sido, cuando lo que yo precisaba era enfrentarme a la mujer de mis sueños, quien no estaba presente entonces y ya no digamos dispuesta a cambiar. De modo que aquí me tienen, convertido de forma irreversible en el hombre con ser pero sin mujer, aunque siga tan deprimido como siempre.
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lunes, 12 de diciembre de 2011

Puro tecnicismo

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Ese señor con buena presencia nacido a mediados del siglo pasado de sonrisa arrebatadora, y ello sin tener que renunciar a dar muestras de carácter siempre que la situación lo requiera; ese mismo que todas las mañanas saluda al portero de su casa con gesto amable o a la viejecita del segundo cuando se la cruza, y que más de una vez ha tenido que sostener la pesada puerta de acceso al edificio para que el perrito de lanas de la anciana de lanas no sufriera ningún percance; ese caballero de aspecto corriente y hasta un punto vulgar, de acuerdo con la segunda acepción del DRAE, esto es, «común o general, por contraposición a especial técnico»; ese que justo ahora se rasca la oreja y se mide el perfil del estómago frente al espejo, con ganas de meterse en la ducha e irse a trabajar; ese en fin que duda entre desayunar un pastelillo de cabello de ángel o una taza de café negro con su correspondiente zumo de naranja, y no ese otro greñudo y con el ceño fruncido que ha enfilado el pasillo en dirección al baño dando un portazo, un misterio de hombre ese tipo, acaba de descubrir con fastidio que no tiene entidad suficiente para convertirse en el protagonista absoluto de esta historia especial.
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* La ilustración es obra de Veronica Leonetti, de su bitácora La muerte del espejo.
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viernes, 9 de diciembre de 2011

El butacón verde

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Siempre que el señor de zapatillas a cuadros y recortado bigote se sienta en el butacón verde de orejas puntiagudas que hay en la esquina, comprueba cómo una ausencia muy grande lo abraza primero hasta que termina por embargarlo, momento en que una pena de igual tamaño le encoge el ánimo. Entonces suele llorar a moco tendido un rato, aunque al final se duerma acunado en sus propios hipidos. De igual modo, siempre que su esposa cruza el umbral para sentarse en su butacón verde querido, experimenta, ineludiblemente, cómo una alegría enorme va abriéndose paso a la inversa: esto es, de adentro afuera, aunque también de afuera adentro, y le hinche el pecho luego, que, colmado de gozo, tiembla, pues nada la consuela tanto como ver llorar a ese señor de las zapatillas a cuadros, ese hombre descompuesto de bigote recortado, con las orejas en punta y el alma verde de un diablo, ese con sentimientos esquinados de puro falsos. Su asesino amado.
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martes, 6 de diciembre de 2011

Principio de contradicción

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Un hombre sabe que ama a una mujer pero se siente incapaz de declarársele. Esa mujer desafortunada lleva largo tiempo infeliz, aun cuando ella lo atribuya a que no consigue aprobar su carné de conducir, que se ha empeñado en sacar enseguida, más allá de que sienta pavor, y hasta un indudable rechazo, por los coches que circulan impasibles día y noche por delante de su casa. El hombre que ama y desama a la mujer que desea y rechaza el carné de conducir lleva enamorado más de siete meses, sumido en las delicias de su tortura, aunque esta misma mañana ha decidido ponerle fin, no sabemos todavía si a su amor o a su tormento. En cuanto la vea salir del edificio, piensa invitarla a dar un paseo en coche. Hace tan sólo veinte minutos que espera y desespera aparcado frente a su puerta.
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"Ahora podría llamarle una mujer que él ama 
y que no se atreve a amarle si no es con largos intervalos de tortura (...)".
Giorgio Manganelli, "6", Centuria, Cien breves novelas-río, 
Anagrama, Barcelona, 2011, p. 18.
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jueves, 1 de diciembre de 2011

Los empecinados

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Un hombre sueña todas las noches y todos los días sin interrupción durante un mes entero, como si le hubiera picado la mosca tse-tse. De modo que sólo le quedan unas pocas horas de vigilia, durante las cuales permanece con la mirada ausente, absorbido por una especie de duermevela perpetua, tal como si lo hubiesen condenado al sueño más dulce, el de la asepsia.

Al otro lado del tabique, una mujer permanece despierta día y noche sin descanso ni sosiego ni nada que se le parezca. Lleva así los mismos días que el hombre durmiente, pero nadie diría que su falta de sueño se ha cebado en su rostro, que conserva una extraña belleza, ni que vaya a morir de puro desvelada, como en efecto ocurrirá si no encuentra pronto una fórmula que le permita descansar de sí misma y de su empecinamiento monstruoso.


Sucede que ese bello durmiente y ese desvelo de mujer, siempre alerta, se cruzaron un día como hoy hace un mes, de camino al hotel en donde ambos, al parecer, siguen pernoctando todavía, esperemos que por mucho tiempo... Ojalá puedan comerse juntos unas perdices siquiera.
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martes, 25 de octubre de 2011

Aunque sigamos a oscuras

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Creemos que los días siguen a las noches y que el tiempo fluye por nuestros olvidos con la misma fuerza y empuje con que lava nuestros recuerdos, pero no es así exactamente. No creo que ocurra de este modo. Sucede que a veces un candil herrumbroso permanece encendido mientras el agua se desborda y derrama, y persiste la misma sensación acuciante de ahogo. Es la luz de la conciencia, me digo, que flamea aunque sigamos a oscuras.
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sábado, 8 de octubre de 2011

Gavilán / Navegación

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Te recuerdo entonces luchando y revolviéndote con la ansiedad febril de un náufrago exhausto, cuando de pronto por la mañana llegaba a tu casa y te encontraba enfrascado en tus recortes y escritos, rodeado de tu máquina de escribir y de tus enciclopedias abiertas y deslomadas, respirando a duras penas bajo un peso de asfixia y denuedo, aunque enseguida te recomponías y desplegabas esa navegación audaz que tan ufano te hacía sentir, llena de espuma y oleaje, mientras insistías en batir tú solo las aguas aferrado al palo mayor de tu memoria, y me contabas los cuentos de siempre, y yo me tranquilizaba viéndote sobrevolar, salvaje, el fragor de la tarde, encaramado a tus recuerdos luminosos. Y te sabía a salvo un día más, a flote y a salvo para el resto de la jornada, hasta la semana siguiente por lo menos, en que volvería a visitarte sin brújula y con mis ropas de nuevo revueltas, inevitablemente empapadas.
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lunes, 3 de octubre de 2011

Correspondencias

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Correspondencia 1.1
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-¿Me quieres?
-Sí.
-Claro. Yo también. 
-¿Me quieres?
-Sí.
-Claro. Yo también.
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Correspondencia 1.2

-¿Me quieres?  
-Sí, claro. 
Yo también. 
-¿Me quieres?
-Sí, claro.
-Yo también.
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Correspondencia 1.3
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-¿Me quieres?
-Sí.
-Claro. Yo también. 
-¿Me quieres?
-Claro. Yo también.
-¿Sí?
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Correspondencia 2.1
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-¿Me quieres?
-Sí.
-Claro que me quieres. Yo también. 
-¿Tan claro?
-Y bien.
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Correspondencia 2.2
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-¿Me quieres?
-Sí.
-Claro que me quieres. Yo también. 
-¿Tú también?
-Claro.
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Correspondencia 3.1
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-¿Me quieres? Sí, claro. Yo también.
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Correspondencia 3.2
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-¿Me quieres? Sí, claro. Yo tampoco.
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jueves, 8 de septiembre de 2011

Alma de fuego

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"He venido al desierto pa' quemar porque 
el alma prende fuego cuando deja de amar".
Lhasa de Sela
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Felicia no tenía pensado marcharse, pero al llegar la noche recogió sus cosas y puso rumbo a lo incierto. Creía que en mitad de un paisaje lunar, inmersa entre arenas tostadas, sería todo más fácil. Durante días viajó con esa ansia a cuestas, ensombrecida por un desvelo de luna llena. Pasaron los meses, y nadie alcanzaba a decir nada de su destierro, como si una tormenta de arena se la hubiera tragado. Al fin, un viejo explicó a quien quisiera escucharle que una noche de eclipse la había visto inflamarse con sus propios ojos enfermos. Preguntado por el destino de aquella mujer borrosa, el anciano aseguró que Felicia había ardido de forma espontánea, y que poco después había echado a volar en dirección al norte, tras abandonar el desierto. Nadie puso en duda sus luminosas palabras.
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miércoles, 17 de agosto de 2011

Alimaña





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Respiró con profundidad antes de adentrarse en el bosque. Quería reconocer más despacio sus heridas: en mitad del pecho una cicatriz antigua supuraba de nuevo. Lo atribuyó al corte insidioso de una rama. Con la cabeza a punto de estallarle y el cuerpo aterido de frío, hizo un esfuerzo por recordar qué diantres le había pasado. Apenas necesitó echar un vistazo para comprobar que tenía el costado lleno de magulladuras. Trató de limpiarse lo más rápido que pudo. No quería que sus miembros se embotaran. Un dolor fiero había empezado a extendérsele por la espalda, aunque lo más molesto era no acordarse. No lograba fijar el momento ni  el motivo; el lugar en que presumiblemente lo habían atacado. Aparte de la vieja cicatriz, le dolían sobre todo las uñas y algunos dientes sueltos, que bailaban tras su hocico. Lo de menos era el escozor que lo atenazaba. Cuando vio que podía arrastrarse a cuatro patas, recordó al fin: una pandilla de alimañas lo había desvencijado a bastonazos.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"