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Aquella señora que acude a desayunar se ha sentido de pronto atraída por uno de sus clientes habituales. Como si la sonrisa sofisticada, aunque de pocas luces de ella, hubiera encontrado perfecta réplica en el gesto adusto y la inteligencia afilada de él. De igual modo, el señor en cuestión lleva días experimentando una profunda nostalgia por esa sonrisa inexplicable. Así las cosas, es muy probable que antes de atreverse a ir más allá, ambos se dediquen a conocerse y a buscar argumentos de peso: él por motivos obvios, ella por justificar ante sus amigas una predilección tan poco comprensible, además de impropia. Lo que ambos ignoran -en cualquier caso- es que ese arraigado sentimiento mutuo no variará ni un ápice, otro misterio mayúsculo, durante los próximos cinco años en que sigan tratándose, ya sea en los encuentros fugaces en el bar de siempre antes de dirigirse al trabajo, ya durante las conversaciones algo más sostenidas que entablen por la noche cada vez que su pasión se lo permita. Sólo cuando la relación llegue al equinoccio del sexto año, habrán aprendido a mantenerse en el filo de un extraño equilibrio. Aunque todavía no lo sepamos, es muy posible que a partir de entonces el señor melancólico de esta historia se sienta atraído súbitamente por aquella otra señora también estupenda, que decían nuestros padres; la que justo ahora parece estar mirándolo con descaro y arrobo a un tiempo, tampoco sabemos por qué.
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Las atracciones carecen de explicación. A no ser que nos pongamos a devanarnos los sesos. Y ni siquiera así. Pulsiones que nos llevan de flor en flor, saboreando el néctar si la represión no nos lo impide.
ResponderEliminarAbrazos de fin de año.
Me gustan estos juegos de encuadres y de ignorancias que al final comprenden hasta al narrador/-a, flotando en un aura demiúrgica que tampoco lo es tanto... y la frase del sexto equinoccio. Son como escenas con el sonoro apagado.
ResponderEliminarMisteriosa estás. Que tengas un feliz 2012, Gemma, besos a repartir.
Supongo que es imposible desentrañar - por más que se empeñen - esa especie partícula de Dios erótica-festiva en cuyo origen se rompen los equilibrios y se desencadena todo. Quizá no existe ningún tipo de explicación, y a partir de entonces todo sea - es - literatura. Genial Gemma.
ResponderEliminarBuen año.
Abrazos.
Me gustan y atraen estos textos tuyos y no sé por qué, qué más da, sólo sé que aquí sigo, jeje
ResponderEliminarUn saludo indio
Creo que el misterio radica en las entrañas de las ferozmonas.
ResponderEliminarFeliz año.
Lola, analizado fríamente el amor resulta tan visceral como ilógico, al menos cuando se manifiesta por primera vez. Más abrazos de fin de año
ResponderEliminarSusana, ¿misteriosa yo? :-) La figura del narrador resulta determinante en estos últimos micros, en donde el relato se apoya en buena medida en el encanto que pueda desplegar este, más allá del interés que el asunto narrado pueda despertar por sí mismo. (No se te escapa ni una...)
Besos y feliz 2012
Agus, es muy probable que la explicación no nos importe tanto como desentrañar por qué suele generar en nosotros un efecto arrollador (y visceral). Bon any
David, y yo lo celebro. Con que la voz del narrador os pareciera creíble, ya me contentaría. Feliz Nochevieja
Alberto, no me cabe ninguna duda. Y en la capacidad fantasiosa de cada cual... Besos y feliz año
Querida Gemma, tu texto me ha recordado mucho a otro que escribiste cuando eras Mega.
ResponderEliminarSeguramente lo recuerdo mal pero era una señora talludita que no se atrevía a insinuarse a alguien más joven que ella que la miraba desde ¿la otra acera? Creo recordar que ella estaba sentada en un bar.
Finalmente se decidía y recibía una enorme y sugestiva sonrisa por respuesta.
Seguramente es una estupidez lo que estoy diciendo y seguramente también, el tiempo y mi memoria han adulterado por completo la historia. Quizá no se parezcan en nada ambas historias. Quizá solo las una el narrador. El mismo que hacía posible la vida de aquel escritor que tanto me gustaba.
Un abrazo, meine liebste MegaMaga