martes, 24 de enero de 2012
viernes, 20 de enero de 2012
Sin rumbo
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Mira ese árbol, ese edificio, esa calle tan comunes y reconoce que están como siempre: caídas las hojas y rezumantes sus muros, pálido el espejo del suelo mientras lanza destellos sin ton ni son, sin cambios que los transformen. Los días de lluvia la ciudad en que nació le parece la misma que la urbe de sus padres y abuelos, primos y tíos; muy semejante a la que vieron y vivieron sus parientes más lejanos. Incluso podría decirse -si se la observa con los ojos entreabiertos, o entrecerrados como ajados postigos- que ha logrado conservarse mejor, por más tiempo, que ciertos paisajes naturales, hoy desolados de puro invisibles. Sucede con todas las ciudades, decide mientras pasea sin rumbo, doblando de forma inconsciente sus esquinas recortadas.
De pronto se topa con la catedral de Gaudí y no puede evitar sentirla como una excepción a esa regla maléfica de pervivencia del paisaje urbano que se manifiesta en árboles, edificios y calles intactos. No es tanto que generaciones de turistas y nativos la hayan contemplado inacabada, acostumbrados como están a verla mudar de continuo, cuanto que, de forma lenta e indefectible, hayan terminado por reconocerla según le parece estar viéndola ahora: esbelta y rodeada de grúas, a un tiempo fastuosa e irreverente, o religiosa y pagana; en movimiento perpetuo.
En realidad, bastará un año escaso para que sea distinta. Desde que tuvo memoria de ella, se ha limitado a metamorfosearse al ritmo en que lo hace la mayoría de comercios de esta ciudad. Como si eso tuviera importancia... De ahí que sólo los árboles, algunos viejos edificios y las sempiternas calles que enterraron sus adoquines bajo el asfalto militante le recuerden a la ciudad de su infancia. Sólo ellos parecen dispuestos -tal vez junto a algún vecino incauto- a enfermar de frío y fiebre mientras una fina llovizna esparce por doquier su humedad incesante.
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miércoles, 18 de enero de 2012
Cadáver andante
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Tras matarlo en sueños, su cadáver andante me recordaba a cada rato mi naturaleza putrefacta, así que decidí matarme para poder acompañarlo en su ambulancia.
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Tras matarlo en sueños, su cadáver ambulante me recordaba a pleno día mi naturaleza putrefacta, así que lo rematé del todo por satisfacer de forma cumplida mi vileza.
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Tras matarlo en sueños, aquel cadáver transeúnte solía recordarme su naturaleza intacta, así que lo rematé de nuevo por ver cumplida su entereza.
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* La foto se titula "Haikú" y es de Manolo Hernández.
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"Lo maté en sueños y luego no pude hacer nada hasta que lo despaché de verdad. Sin remedio".
Max Aub, Mucha muerte, Cuadernos del Vigía, Granada, 2011, p. 33.
Edición y prólogo de Pedro Tejada Tello.
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Tras matarlo en sueños, su cadáver andante me recordaba a cada rato mi naturaleza putrefacta, así que decidí matarme para poder acompañarlo en su ambulancia.
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Tras matarlo en sueños, su cadáver ambulante me recordaba a pleno día mi naturaleza putrefacta, así que lo rematé del todo por satisfacer de forma cumplida mi vileza.
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Tras matarlo en sueños, aquel cadáver transeúnte solía recordarme su naturaleza intacta, así que lo rematé de nuevo por ver cumplida su entereza.
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* La foto se titula "Haikú" y es de Manolo Hernández.
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lunes, 16 de enero de 2012
En la Internacional Microcuentista de nuevo
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La INTERNACIONAL MICROCUENTISTA, a partir de la propuesta previa de sus lectores, ha llevado a cabo una selección de piezas de entre las aparecidas en la red durante el pasado 2011. Antonio Serrano Cueto fue el responsable de sugerir "Entre sábanas", publicada en esta bitácora hace apenas un par de meses. Gracias a la IM y a Antonio por permitirme estar en buena compañía.
sábado, 14 de enero de 2012
lunes, 9 de enero de 2012
Cinco
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El desamparo es la madre de nuestros terrores.
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* La foto se titula "Unburied" ("Sin enterrar"), y es obra de Katiuskia Bayslak.
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sábado, 7 de enero de 2012
Cuatro
¿Qué cosa es el ser: sombra, reflejo o realidad? Modestamente, creo que sin deseo de ser no hay simulacro ni espíritu que valga.
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* La foto pertenece a Isabel Mallén y procede de su bitácora El costurero.
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jueves, 5 de enero de 2012
¿Fantasea?
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Fantasea: la mujer se enamora de su retrato, pero ¿su retrato puede ser considerado "él"?
Giorgio Manganelli, "69", Centuria, Cien breves novelas-río, Anagrama, 2011, p. 144.
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Como cabía esperar, hace días que
no come apenas, duerme a trompicones y parece más pálido que de costumbre.
Dicen que fantasea, que no atiende cuando requieren sus servicios. También
dicen que se ha perdido, y que probablemente ya no vuelva a ser quien fue. ¡Dicen
tantas cosas!
Yo sólo sé que desde hace unos
meses, el viejo anda distraído. Sus razones tendrá, desde luego, pero no dudo
de que siga tan cuerdo y lúcido como siempre, y de hecho considero que si ahora
ha decidido pasar todas las tardes en compañía de esa planta, ello no puede
significar más que se siente a gusto a su lado. ¿Qué otra cosa si no podría
querer decir?
Su nieta dice que está
enamorado. No de la planta, claro, sino de la gran cantidad de recuerdos
que la bendita sombra que proyecta es capaz de propiciar en el viejo. Que esa
planta de aspecto vulgar tiene el poder de convocar, en forma de recuerdos,
ensueños y figuraciones, la que fuera el gran amor de su juventud. Y que a la
noche el abuelo llora su desconsuelo. Quién sabe por qué suceden
determinadas cosas. Yo lo ignoro al menos.
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martes, 3 de enero de 2012
Pájaro azul
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Dice un test absurdo
que mi nombre indio es
Pájaro azul.
-Tonterías, me digo
avergonzada.
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¿Puede un par de palabras simples
alcanzar la profundidad
de un batir de alas?
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viernes, 30 de diciembre de 2011
Tres
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Si la rabia ciega, el dolor afila la conciencia,
aunque una pena continuada pueda despojarla
de su última verdad.
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jueves, 29 de diciembre de 2011
Un misterio
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Aquella señora que acude a desayunar se ha sentido de pronto atraída por uno de sus clientes habituales. Como si la sonrisa sofisticada, aunque de pocas luces de ella, hubiera encontrado perfecta réplica en el gesto adusto y la inteligencia afilada de él. De igual modo, el señor en cuestión lleva días experimentando una profunda nostalgia por esa sonrisa inexplicable. Así las cosas, es muy probable que antes de atreverse a ir más allá, ambos se dediquen a conocerse y a buscar argumentos de peso: él por motivos obvios, ella por justificar ante sus amigas una predilección tan poco comprensible, además de impropia. Lo que ambos ignoran -en cualquier caso- es que ese arraigado sentimiento mutuo no variará ni un ápice, otro misterio mayúsculo, durante los próximos cinco años en que sigan tratándose, ya sea en los encuentros fugaces en el bar de siempre antes de dirigirse al trabajo, ya durante las conversaciones algo más sostenidas que entablen por la noche cada vez que su pasión se lo permita. Sólo cuando la relación llegue al equinoccio del sexto año, habrán aprendido a mantenerse en el filo de un extraño equilibrio. Aunque todavía no lo sepamos, es muy posible que a partir de entonces el señor melancólico de esta historia se sienta atraído súbitamente por aquella otra señora también estupenda, que decían nuestros padres; la que justo ahora parece estar mirándolo con descaro y arrobo a un tiempo, tampoco sabemos por qué.
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Aquella señora que acude a desayunar se ha sentido de pronto atraída por uno de sus clientes habituales. Como si la sonrisa sofisticada, aunque de pocas luces de ella, hubiera encontrado perfecta réplica en el gesto adusto y la inteligencia afilada de él. De igual modo, el señor en cuestión lleva días experimentando una profunda nostalgia por esa sonrisa inexplicable. Así las cosas, es muy probable que antes de atreverse a ir más allá, ambos se dediquen a conocerse y a buscar argumentos de peso: él por motivos obvios, ella por justificar ante sus amigas una predilección tan poco comprensible, además de impropia. Lo que ambos ignoran -en cualquier caso- es que ese arraigado sentimiento mutuo no variará ni un ápice, otro misterio mayúsculo, durante los próximos cinco años en que sigan tratándose, ya sea en los encuentros fugaces en el bar de siempre antes de dirigirse al trabajo, ya durante las conversaciones algo más sostenidas que entablen por la noche cada vez que su pasión se lo permita. Sólo cuando la relación llegue al equinoccio del sexto año, habrán aprendido a mantenerse en el filo de un extraño equilibrio. Aunque todavía no lo sepamos, es muy posible que a partir de entonces el señor melancólico de esta historia se sienta atraído súbitamente por aquella otra señora también estupenda, que decían nuestros padres; la que justo ahora parece estar mirándolo con descaro y arrobo a un tiempo, tampoco sabemos por qué.
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miércoles, 21 de diciembre de 2011
¿Para cuándo una respuesta?
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¿Cuál es la raíz de todo?
¿Por qué este en concreto
y no ese otro,
y no ese otro,
o el de más allá?
¿Hay alguien que lo sepa?
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El cómo y el dónde
se escapan
sin conciencia.
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¿Cuál es la raíz de todo? ¿Por qué este en concreto y no ese otro, o el de más allá?
¿Alguien lo sabe?
El cómo y el dónde se escapan inconscientes.
¿Cuál es la raíz de todo? ¿Por qué este en concreto y no ese otro, o el de más allá?
¿Alguien lo sabe?
El cómo y el dónde se escapan inconscientes.
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* El acrílico es de Lola Valls, y lleva por título "La prueba".
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FELICES FIESTAS A TODOS LOS VISITANTES DE ESTA BITÁCORA CON LA CABEZA A PÁJAROS, O A SUEÑOS...
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sábado, 17 de diciembre de 2011
La mujer que no era
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La mujer que no era ni
una cosa ni la otra solía llevarme la contraria como si yo representara todo
cuanto no quería que fuese. Inmersa en esas incertidumbres rocambolescas, la
mujer que sin ser tampoco me dejaba ser, ni siquiera una pizca, se deshacía en
elogios cada vez que me encontraba meditabundo, lo que aumentaba mi enfado y
perplejidad, sumiéndome en un mar de dudas muy desagradable. Una tarde soleada en
que me sentía yo más fuerte de lo normal, le dije a la mujer que no sería que
me dejara en paz, pero tras cinco minutos de imposible discusión, caí en la
cuenta de que sólo había estado peleándome con la señora que siempre había
sido, cuando lo que yo precisaba era enfrentarme a la mujer de mis sueños, quien
no estaba presente entonces y ya no digamos dispuesta a cambiar. De modo que
aquí me tienen, convertido de forma irreversible en el hombre con ser pero sin
mujer, aunque siga tan deprimido como siempre.
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viernes, 16 de diciembre de 2011
Dos
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Frente al estratega del espíritu, el escéptico del corazón. Mientras el primero suele confiar ciegamente en el optimismo racionalista, el segundo se limita a dar por sentado que nada se asienta. Ni siquiera la voluntad.
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Frente al estratega del espíritu, el escéptico del corazón. Mientras el primero suele confiar ciegamente en el optimismo racionalista, el segundo se limita a dar por sentado que nada se asienta. Ni siquiera la voluntad.
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lunes, 12 de diciembre de 2011
Puro tecnicismo
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Ese señor con buena
presencia nacido a mediados del siglo pasado de sonrisa arrebatadora, y ello
sin tener que renunciar a dar muestras de carácter siempre que la
situación lo requiera; ese mismo que todas las mañanas saluda al portero de su
casa con gesto amable o a la viejecita del segundo cuando se la cruza, y que
más de una vez ha tenido que sostener la pesada puerta de acceso al edificio
para que el perrito de lanas de la anciana de lanas no sufriera ningún
percance; ese caballero de aspecto corriente y hasta un punto vulgar, de acuerdo con la
segunda acepción del DRAE, esto es, «común
o general, por contraposición a especial o técnico»; ese que justo ahora se rasca la oreja
y se mide el perfil del estómago frente al espejo, con ganas de
meterse en la ducha e irse a trabajar; ese en fin que duda
entre desayunar un pastelillo de cabello de ángel o una taza de café negro con
su correspondiente zumo de naranja, y no ese
otro greñudo y con el ceño fruncido que ha enfilado el pasillo en dirección al
baño dando un portazo, un misterio de hombre ese tipo, acaba de descubrir con
fastidio que no tiene entidad suficiente para convertirse en el
protagonista absoluto de esta historia especial.
...* La ilustración es obra de Veronica Leonetti, de su bitácora La muerte del espejo.
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viernes, 9 de diciembre de 2011
El butacón verde
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Siempre que el señor
de zapatillas a cuadros y recortado bigote se sienta en el butacón verde de
orejas puntiagudas que hay en la esquina, comprueba cómo una ausencia muy
grande lo abraza primero hasta que termina por embargarlo, momento en que una
pena de igual tamaño le encoge el ánimo. Entonces suele llorar a moco tendido
un rato, aunque al final se duerma acunado en sus propios hipidos. De igual
modo, siempre que su esposa cruza el umbral para sentarse en su butacón verde querido,
experimenta, ineludiblemente, cómo una alegría enorme va abriéndose paso a la
inversa: esto es, de adentro afuera, aunque también de afuera adentro, y le
hinche el pecho luego, que, colmado de gozo, tiembla, pues nada la consuela
tanto como ver llorar a ese señor de las zapatillas a cuadros, ese hombre
descompuesto de bigote recortado, con
las orejas en punta y el alma verde de un diablo, ese con sentimientos
esquinados de puro falsos. Su asesino amado.
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martes, 6 de diciembre de 2011
Principio de contradicción
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Un hombre sabe que ama a una mujer pero se siente incapaz de declarársele. Esa mujer desafortunada lleva largo tiempo infeliz, aun cuando ella lo atribuya a que no consigue aprobar su carné de conducir, que se ha empeñado en sacar enseguida, más allá de que sienta pavor, y hasta un indudable rechazo, por los coches que circulan impasibles día y noche por delante de su casa. El hombre que ama y desama a la mujer que desea y rechaza el carné de conducir lleva enamorado más de siete meses, sumido en las delicias de su tortura, aunque esta misma mañana ha decidido ponerle fin, no sabemos todavía si a su amor o a su tormento. En cuanto la vea salir del edificio, piensa invitarla a dar un paseo en coche. Hace tan sólo veinte minutos que espera y desespera aparcado frente a su puerta.
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"Ahora podría llamarle una mujer que él ama
y que no se atreve a amarle si no es con largos intervalos de tortura (...)".
Giorgio Manganelli, "6", Centuria, Cien breves novelas-río,
Anagrama, Barcelona, 2011, p. 18.
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jueves, 1 de diciembre de 2011
Los empecinados
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Un hombre sueña todas
las noches y todos los días sin interrupción durante un mes entero, como si le hubiera
picado la mosca tse-tse. De modo que sólo le quedan unas pocas horas de
vigilia, durante las cuales permanece con la mirada ausente, absorbido por una
especie de duermevela perpetua, tal como si lo hubiesen condenado al sueño más
dulce, el de la asepsia.
Al otro lado del
tabique, una mujer permanece despierta día y noche sin descanso ni sosiego ni
nada que se le parezca. Lleva así los mismos días que el hombre durmiente, pero
nadie diría que su falta de sueño se ha cebado en su rostro, que conserva una
extraña belleza, ni que vaya a morir de puro desvelada, como en efecto ocurrirá
si no encuentra pronto una fórmula que le permita descansar de sí misma y de su
empecinamiento monstruoso.
Sucede que ese bello
durmiente y ese desvelo de mujer, siempre alerta, se cruzaron un día como hoy
hace un mes, de camino al hotel en donde ambos, al parecer, siguen pernoctando
todavía, esperemos que por mucho tiempo... Ojalá puedan comerse juntos unas perdices
siquiera.
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martes, 29 de noviembre de 2011
Uno
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El pasado es un muerto viviente ávido de recuerdos.
O bien un muerto viviente avieso de recuerdos.
En último término, tal vez sea un muerto ávido y avieso de vida.
En último término, tal vez sea un muerto ávido y avieso de vida.
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* El dibujo a tinta y acrílico es obra de Susana Pozo Romero.
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lunes, 28 de noviembre de 2011
Costumbrismo on the road
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Una anciana cruza la calle sin mirar. El semáforo se ha puesto en rojo en ese instante. Al otro lado de la acera, una pareja ha empezado a desenamorarse a gran velocidad. Van a morir las seis de la tarde.
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Una anciana cruza la calle sin mirar. El semáforo se ha puesto en rojo en ese instante. Al otro lado de la acera, una pareja ha empezado a desenamorarse a gran velocidad. Han muerto para siempre las seis de la tarde.
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Una anciana cruza la calle sin mirar. El semáforo se ha puesto en rojo en ese instante. Al otro lado de la acera, una pareja ha empezado a desenamorarse a gran velocidad. Han muerto para siempre las seis de la tarde.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"