viernes, 16 de diciembre de 2011

Dos

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Frente al estratega del espíritu, el escéptico del corazón. Mientras el primero suele confiar ciegamente en el optimismo racionalista, el segundo se limita a dar por sentado que nada se asienta. Ni siquiera la voluntad.
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7 comentarios:

  1. El estratega del espíritu y el escéptico del corazón. Vaya forma de dejarme atrapado hacia nuevas ideas.

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  2. La primera frase me parece brutal, hipnótica, capaz de desarmar a cualquiera. Luego el shock se diluye, y uno empieza a tomar conciencia de lo que cuentas. Me encantó. Un desvelo.

    Abrazos.

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  3. Tal vez lo mejor sería confiar ciegamente en que nada se asienta. De esta forma, al corazón le sería mucho más fácil dar por sentado al espíritu y a este poder descansar sus escépticas piernas.
    Te doy mi palabra de no volver a dejar el medicamento.

    Un pe tó gran i voluntariós…
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  4. Hay un tercero, el optimista de lo sensible, que cree que merece la pena engañarse a uno mismo sobre el fondo de dolor.

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  5. Esteban, uno y otro se necesitan como sólo lo hacen los espíritus contrarios.
    Un beso

    Agus, esta sección se propone algo parecido: exponer el esbozo de un pensamiento para, de inmediato, pasar a analizarlo. Gracias y abrazos

    Jajaja, Josep, me encanta tu versión (aunque, en realidad, sea más bien una 'reversión' estupenda). Lo cierto es que preferiría seguir contando con esas píldoras de humor que nos administras con tanto acierto. Una forta abraçada

    Nano, amén. A ti también te vamos a entregar el diploma de doctor titulado. Muy bueno. Besos

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  6. Gemma, tanto el uno como el otro y otro mas (Nan) quedan con los mangas descocidas de tus lectores,

    El Micrismo es la impronta de todo estar cuando de escribir se trata.

    Abrazos dos, bueno tres.
    Sergio Astorga

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  7. Sergio, voy a poner enseguida a buen recaudo esa propuesta tuya de definición.
    Mil gracias y cuatro abrazos de vuelta

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"